Muchas personas tienen como objetivo en sus vidas tener lo que entienden por “paz”. Eso es lo que hace, en nuestra cultura, tan atractivos el estoicismo o las prácticas orientales de meditación y relajación. Tal vez, lo que estén buscando es una vida con menos conflictos. Esa búsqueda de la ansiada paz es lo que Kant llamó “paz de los cementerios”.

Los seres humanos, por el hecho de ser seres vivos, estamos programados para tener cierto grado de ansiedad. De hecho, los estudios psicológicos han demostrado desde hace bastante tiempo que cierto grado de ansiedad es necesario para poder funcionar en la vida. Ella es la que nos permite mantenernos en vida. En esto radica la diferencia entre la paz y la serenidad. Mientras que la paz excluye la ansiedad, y por lo tanto la vida misma, la serenidad contiene la ansiedad, le da un lugar dentro de la vida.

Hace unos días una persona me preguntó si yo era sereno o estaba simplemente contenido. Más allá de mi caso particular, lo que hay que entender es que la serenidad incluye necesariamente la contención y el manejo de la ansiedad. Así que toda persona serena también es una persona contenida. Pero, dicha contención es sana.