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EN LAS HUELLAS DE MALCOLM

Publicado: 2022-01-22

Desde hace un mes comencé a interesarme por la persona de Malcolm X, a raíz de un documental-miniserie llamado “Who killed Malcolm X”. Él me resultó sugerente por los vínculos que podía ver con mis investigaciones sobre Religión Profética. Una amiga me recomendó el libro de Goldman y el de James Cone (que pone en paralelo a Malcolm X con Martin Luther King Jr.).

Antes de ver el documental, Malcolm X resultaba prácticamente desconocido para mi. Ciertamente, había tenido noticias vagas respecto de él. Pero, después del documental, de ver la brillante película de Spike Lee y de leer las sugerencias palabras que Cornel West le dedica en Black Prophetic Fire, mi comprensión de su vida y su asesinato se ha vuelto más clara.

En este contexto me es inevitable ver la relación y la comparación con Martin Luther King Jr. Sin duda, el segundo podría ser visto como teniendo más virtudes y siendo más admirable: no invoca a la violencia, no parece un supremacista afroamericano, no fue un delincuente de joven, aunque, al parecer, habría tenido problemas conyugales y de infidelidad con su esposa. Sin embargo, hay algo en esas figuras tan idealizadas que no me cuadra. Tal vez prefiero a personas con más claro-oscuros, con luces y sombras. Es difícil encontrar en Malcolm X una persona de la que se pueda extraer una imagen idealizada: tuvo una juventud asociada al crimen, no tuvo formación universitaria y en su lucha contra el supremacismo blanco rechazaba la no violencia de Martin Luther King Jr. en favor de utilizar la violencia como estrategia defensiva. De hecho, se refería a Luther King como “Tío Tom”, a referencia del famoso relato. Además, durante gran parte de su vida consideró que los blancos no podían ser aceptados en el movimiento de lucha contra el supremacismo, e hizo escarnio del asesinado de J.F. Kennedy, un presidente admirado por su valentía en todo el mundo. Pero también cultivó la virtud de la parresía, que consiste en decir lo que se cree sin tapujos y que no estaba dispuesto a tranzar con sus convicciones.

También encontramos en Malcolm a alguien capaz de cambiar. Hacia el final de su vida, en su viaje a Egipto y a la Meca, encontró a blancos que compartían su misma fe religiosa. Encontró a diferentes tipos de personas que provenían de todas partes del mundo y que eran sus hermanos en la fe. De regreso a los EE. UU. su actitud hacia los blancos cambió. Sin lugar a duda, en la excelente película de Spike Lee se destaca ese movimiento, esa trasformación de la persona de Malcolm.

Me llama la atención el proceso de conversación de Malcolm en su estancia en la cárcel. Y me ocurre con él lo mismo que con Frederick Douglass. Ambos grandes oradores. Malcolm, con la n lenguaje directo y diciendo siempre lo que piensa. Douglass, después de lograr una gran gesta, influyendo positivamente en Lincoln, vivió una vida relativamente larga y tuvo también momentos claros y oscuros en esa vida. Terminó participando en el Partido Republicano (que entonces no era lo que es ahora). Como fuere, personas de carne y hueso, con errores, con sombras y con cosas qué tal vez no comparta del todo (como es el llamado a la violencia) me resultan más cercanos que aquellos idealizados, como Martin Luther King Jr. Quiero explicar bien y con claridad. Martin me parece admirable, pero Douglass y Malcolm me resultan más atractivos, más cercanos, más humanos, menos idealizados. Tal vez sea que ya tengo una edad como para no impresionarme con personas idealizados.

En una primera versión de este pequeño texto recurrí al término “personaje”. Mi amiga Susana Frisancho me hizo caer en la cuenta de que lo adecuado es reemplazarlo por el de “persona”. Un personaje es un producto de ficción que puede ser interpretado por una persona. Pensemos en los personajes en el teatro y en las películas. Éstos son interpretados por actores. O, los personajes de los cuentos y novelas. Se trata de creaciones, no de seres reales. Se puede tener un conjunto de relaciones con un personaje: uno se puede identificar, admirar o detestar, pero no se puede tener una relación personal. Otra cosa sucede con las personas, con quienes entramos en relación personal. Malcolm, Martin y Frederick son personas con quienes podemos entrar en una relación y en un diálogo constante. Esto es así, porque las personas tenemos lo que West denomina «fuego», es decir tenemos una interioridad, un espíritu o como queramos llamarlo. Ello permite que entremos en relación de persona a persona.


Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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