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Sobre tres tópicos en la discusión política reciente:

El legado cultural del conservadurismo en el Perú

Publicado: 2021-06-09

En esta oportunidad publico el artículo del filósofo y científico social, César Castillo (Estudiante de doctorado, Departamento de economía, New School for Social Research, Miembro del Grupo de Investigación de Filosofía Social (GIFS), PUCP)

Este artículo es de interés ya que permite echar luces a la situación en la que se encuentra el país.

"La contienda electoral entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo ha mostrado el grado en que las narrativas históricas pueden silenciar, instumentalizar o estigmatizar la experiencia del pasado en la sociedad civil. El recuerdo es un elemento esquivo a la reflexión política en el Perú. Los analistas políticos reemplazan aún la historia social más reciente y usan modelos analíticos descontextualizados o la retórica alimentada por términos populares tomados del fútbol. Sin embargo, el pasado más lejano interpela al presente y esto es algo que hemos visto bien en el debate presidencial actual. A continuación, voy a describir y analizar algunos contenidos que han circulado durante esta segunda vuelta electoral ha llegado a su fin. Hay tres tópicos relacionados con este proceso y que recientemente se han debatido en la prensa escrita, la propaganda y en los medios virtuales: la oposición binaria entre democracia y socialismo (comunismo), la discusión sobre el modelo económico y nuestro entendimiento público sobre lo que es populismo.

Democracia versus socialismo (comunismo)

En el Perú, parte del público considera que socialismo y comunismo son idénticos. Lo que es peor, toda propuesta política de izquierdas es considerada como comunista por parte de periodistas, intelectuales y políticos que influencian el discurso popular. Esto no es un error ingenuo: los políticos y agentes del conservadurismo político (llamados a grosso modo como “la derecha”) utilizan el término comunismo para referirse a los regímenes inspirados por el “socialismo realmente existente” de la Unión Soviética y así sembrar terror. En consecuencia, el uso y abuso del término excluye del espectro de izquierdas a otras formas de socialismo democrático y del marxismo crítico como los propuestos por Eduard Bernstein, Antonio Gramsci o José Carlos Mariátegui. Estas últimas posiciones fueron contrarias a las aspiraciones políticas del bolchevismo leninista, el cual se ha perfilado vía tendencias de decisionismo (las políticas públicas y el derecho los definen quien coopta al gobierno) y agonismo político (la política es una lucha entre amigo-enemigo) que son rescatadas por Carl Schmitt en sus trabajos sobre la política y la dictadura.

Otro elemento de la amañada dicotomía democracia-comunismo es el presupuesto de que no puede haber derechas antidemocráticas. En términos teóricos, ya he mencionado que el decisionismo político de la izquierda leninista fue rescatado por un teórico de la derecha radical y la dictadura como es Carl Schmitt. Schmitt fue uno de los defensores de la dictadura como sistema de gobierno y sus teorías han sido usadas para justificar gobiernos fascistas. Por otro lado, nuestra historia del siglo XX nos presenta a políticos y coaliciones de derecha que han conformado dictaduras. Por ejemplo, los regímenes de Augusto B. Leguía, Luis M. Sánchez Cerro, Óscar R. Benavides, Manuel Odría, Francisco Morales-Bermúdez y Alberto Fujimori.

La demonización de la izquierda subsumida en la partícula comunismo identifica a un enemigo público, que se presenta como una amenaza permanente y objeto de miedo. Esta etiqueta aglomera a todos aquellos elementos indeseables para la posición dominante que pretende defender los modelos económico y político actual. Así, la dicotomía democracia-comunismo permite excluir de manera no razonable a los movimientos que critican la estructura actual del Gobierno y que no necesariamente quieren destruirla. Esta dicotomía es un instrumento político de aspiraciones inherentemente autoritaritas porque la posición dominante pretende preservar el orden político establecido. Los motivos de dicha posición pueden ser económicos, morales o de poder.

Como ha explicado Cecilia Méndez en su artículo publicado en mayo por el diario La República, la dicotomía democracia-comunismo ha sido instrumentalizada por agentes anti-democráticos, vinculados al legislativo y a las Fuerzas Armadas. Esta instrumentalización es un fenómeno propio del siglo XX nacional, es un hecho ligado al género de la propaganda y la prensa escrita. Desde la década de los 30, muchos mandos militares y políticos peruanos han identificado a la izquierda socialista como enemiga pública de la sociedad democrática. Existe evidencia los sloganes de propaganda fascista de la Unión Revolucionaria (1931), manifiestos de militares golpistas dirigidos a la opinión pública (1933) y programas y correspondencia de coaliciones como el Partido Nacional Agrario que incluyen epítetos antimarxistas (1936). Hacia los 60 y 70, diarios de tendencia neo-conservadora como La Prensa reempaquetaron el término comunismo en el calificativo rojos para referirse a los políticos y legisladores de izquierda durante el contexto de Guerra Fría. En esa época, dicho diario redujo el concepto democracia al de libertad (de empresa). El hilo discursivo llega al presente en forma de paneles LED, memes, tweets y fake news.

¿Qué es ese objeto llamado modelo económico?

En mayo, dos columnistas han discutido el significado y contenido del concepto “modelo económico”. Sorprende que el especialista en relaciones internacionales lo ha explicado mejor que el experto economista. En dos de columnas de mayo publicadas en América Economía, Farid Kahhat ha descrito los elementos específicos del modelo económico peruano: artículos de la Constitución económica, la normativa para el tratamiento de la inversión extranjera, principios de gobierno que limitan la intervención gubernamental en la economía, entre otros. Mientras que el economista Carlos Parodi, en una columna de mayo en el diario Perú.21, ha usado la analogía del plano de construcción. Aunque sencilla, esa imagen no logra darnos una descripción exhaustiva de nuestro modelo económico. Ambos autores coinciden en que la estabilidad de precios y el presupuesto público equilibrado son dos elementos básicos del modelo económico peruano.

A pesar de estos detalles, ninguno especifica que el modelo económico se define en función a las condiciones jurídicas que lo hacen viable y a las condiciones de gestión del gobierno (el elemento político/normativo que señala Kahhat). La estructura económica nacional no existe en el aire pues requiere de normas legislativas, procedimientos burocráticos y acuerdos entre el Estado y actores de la sociedad civil. Estos últimos elementos son lo que la literatura estándar de ciencia política y la interpretación cándida del análisis económico institucional llaman “instituciones económicas”. A esto se le puede llamar el componente formal del modelo económico. El segundo elemento del modelo económico nacional lo conforman aquellos actores que hacen posible que estas instituciones funcionen (la gestión): los tecnócratas, los políticos conectados al poder económico y el sector privado (término que se utiliza para referirse a los capitalistas). Estos actores conforman la contraparte política del modelo económico.

Tras lo dicho, la crítica al modelo económico neoliberal (y las posibilidades para su reforma) adquiere así mucho mejor sentido. El neoliberalismo, como doctrina política que emerge en el siglo XX, no admite la desaparición del Estado, sino el reenmarque del mismo en favor de la creación de condiciones de mercado (la economía social de mercado es un claro ejemplo). Esto quiere decir que el Estado sólo puede funcionar para los ciudadanos a través del sistema de mercado: la vida de cada individuo debe supeditarse a los principios de libre competencia, como si cada uno fuese una mercancía. Las normas, la Constitución y las instituciones deben reflejar esos principios y son operados por los actores de la gestión pública. Los poderes económicos no requieren de la desaparición del Estado, sino que bregan porque aquel se enmarroque a sí mismo y se conforme a las leyes de la competencia de mercado y a sus intereses.

Otro error en el análisis del modelo económico peruano consiste en pensar que su problema es la presencia de empresarios mercantilistas, o que hay poca competencia económica. En realidad, el capitalismo tiende a la concentración de las ganancias en las empresas que son más exitosas y que emergen como líderes. Tal como lo señalaron Smith y Marx, esta tendencia lleva a la acumulación de capital en estas empresas ganadoras de la competencia capitalista. Por su alta dependencia de la tierra como factor de producción, el sector extractivo (agricultura, pesca y minería) tiende a ser rentista. Más allá de la estructura empresarial, el problema en el Perú es que por obra y gracia de tecnócratas, legisladores y políticos la “ciudadanía moderna” se ha supeditado a la hegemonía cultural de ambas formas del capital: nadie pide mejores derechos como ciudadano ni mucho menos como trabajador, ahora pensamos que todos somos empresarios o emprendedores.

Según Kahhat, uno de los problemas del modelo se refiere a las trabas para la intervención estatal en la provisión de oxígeno durante la pandemia. Él muestra cómo se puede usar la Constitución para negar la intervención estatal usando el principio de subsidiariedad. Asimismo, la retórica de principios de mercado ha servido a ciertos legisladores para bloquear la participación estatal durante la emergencia sanatira. Lo mismo ha sucedido con las propuestas legislativas de regulación de la especulación de precios durante pandemia, cuyo enfoque hubiese sido el mantener precios de alimentos y medicamentos al acceso de los ciudadanos que dejaron de percibir ingresos durante la emergencia. A pesar de su rechazo en el debate legislativo peruano, estas medidas han sido tomadas por regímenes capitalistas como Estados Unidos e Inglaterra. Es más, estados norteamericanos como el de Nueva York poseen legislación en contra del price gouging (regulación de la especulación de precios) que ha sido activado durante la emergencia de pandemia. En el Perú, preferimos preservar condiciones de ganancia empresarial disfrazadas de eficiencia empresarial en vez de la vida de los ciudadanos. Es por eso que el Ejecutivo bloqueó la propuesta legislativa de regulación de especulación de precios durante la presente pandemia y durante la emergencia del Niño costero de 2016.

Lo que hace el populismo y el problema de su carácter autoritario

Los economistas tienden a usar el término populismo para hablar sobre el populismo económico. Carlos Parodi ha intentando enfocarse en este ultimo en un artículo de mayo publicado en el Diario Gestión. Sin embargo, su explicación ha retornado a una suerte de concepto superficial de populismo político. Esta es una confusión típica entre los especialistas, tanto en economía, ciencia política, sociología y derecho. La dificultad radica en el uso acrítico de la acepción de populismo discutida por los economistas Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards en 1990. Para estos, los gobiernos populistas son aquellos regímenes redistributivos que experimentaron grandes procesos inflacionarios durante los ochenta. Otras acepciones que utilizan para identificar a los regímenes populistas son las de desarrollismo, industrialización por sustitución de importaciones o intervencionismo. Estas características le son erróneamente atribuidas a regímenes de izquierda y a los regímenes del socialismo del siglo XXI (Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina). El concepto también se hizo popular en manuales de macroeconomía dirigidos a estudiantes latinoamericanos como el de Jeffrey Sachs y Felipe Larraín. Recientemente, este concepto ha sido reciclado para entender las políticas de proteccionismo comercial de Trump, Johnson y otros políticos europeos.

Lamentablemente, este no es el concepto de populismo que deberíamos manejar para entender el contexto político actual. El populismo es una forma de hacer política por vía electoral, influyendo el discurso público y parasitando diferentes ideologías (progresistas o conservadoras). Dicho populismo busca ganar aceptación por parte del pueblo, el cual está integrado básicamente por “los de abajo” o las víctimas de injusticia (los informales, los emprendedores, los pobres, la clase media). El pueblo se enfrenta a los poderes de facto (los tecnócratas, los vieja partidocracia, los políticos tradicionales) o a la amenaza externa (el comunismo, el Foro de Sao Paulo, los venezolanos, los terroristas). A su vez, “los de abajo” son representados y encarnados por el líder o la nueva élite de gobierno, los cuales recogen y representan las demandas que “los de abajo” dirigen directamente al ejecutivo.

También, nos hemos olvidado de que el populismo, como forma de hacer política, puede ser tanto de derechas como de izquierdas. En Perú, los movimientos políticos populistas aparecieron por fuera del gobierno y tomando apoyo de las clases medias y la aglomeración de las clases trabajadoras e intelectuales sin distinción de espectro político (APRA, Unión Nacional Odriista, Acción Popular, el movimiento de independientes liderado por Pedro Beltrán). Asimismo, en la década de los noventa, el fujimorismo fue uno de los casos pioneros de populismo neoliberal en Latinoamérica. La doctrina política del neoliberalismo, encarnada en el programa del Movimiento Libertad en los noventa, sirvio de huésped para el crecimiento del populismo fujimorista. Gracias a este, el pueblo se convirtió en los informales, categoría sociológica que se ha puesto en boga en Perú desde los ochenta. Si bien el concepto informalidad no es una invención de Hernando de Soto; su introducción le ha servido a los populistas de derecha peruanos para no referirse al desempleo oculto y crónico que aqueja a la ciudadanía nacional desde hace mucho. Convertido en empleo precario, esa mano de obra informal ha sido equiparada al Gran sector privado. ¿Cuántas reducciones de impuestos y costos salariales no han hecho más que beneficiar al gran capital en vez de crear mercado interno que el pequeño y mediano capital informal puedan aprovechar?

La teoría sostiene que el populismo es una tercera vía precaria que refleja la decadencia de la democracia. En su diagnóstico, Alberto Vergara ha usado el mismo sustantivo, pero de manera errada. No tiene ni un ápice de sentido hablar de un Estado y una política débiles cuando el poder se ha manejado intrumentalizándolos. Toda herramienta útil debe funcionar bien, pese a que los fines que les impongamos sean diferentes. En Perú, ha sido muy sencillo crear una cultura política en la que se tolere que el Estado priorice la economía y se despreocupe por la emergencia de la desigualdad, con ánimo de darle más competencia a los informales. El populismo de los noventa ha dejado una tradición política que ha sido reproducida por periodistas, analistas políticos, y economistas. El fenómeno Willax TV, la guerra sucia con tono amarillista y las amenazas de crisis económica han silenciado la despolitización de las cuestiones sociales. La corrupción refleja esta captura pública y privada de los espacios de decisión de los ciudadanos (qué infraestructura construir, qué servicios sociales tener, a qué tipo de justicia aspiramos). No es que haya ciudadanos sin república. Simplemente, no hay ciudadanos en términos reales, solo población o buen capital humano a gestionar.

En suma, el populismo no es una nueva amenaza que se cierne sobre el Perú. Como en Colombia, es una forma de hacer política que ha prevalecido durante y después de la dictadura de Fujimori. Ojalá que los adultos peruanos puedan hacer recuerdo de esto, más allá del proceso electoral que acaba de culminar. Esos son los términos impuestos por el conservadurismo en el Perú y que algunos grupos pretenden preservar. La tarea que se le ha impuesto al candidato Castillo es el desmantelamiento de este aparato hegemónico y del sistema de corrupción, manteniendo las pocas condiciones de democracia que tenemos. El objetivo de Keiko Fujimori hubiese sido el opuesto, aprovechando el impulso inercial de crecimiento que se prevé con la recuperación del precio de los commodities. Debemo mantenernos activamente expectantes, buscando recuperar ese bien esquivo que es la democracia en la cultura política peruana". 


Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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