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JUVENTUD DESTITUYENTE E INSTITUYENTE

EL PELIGRO DEL BICENTENARIO COMO APELATIVO

Publicado: 2020-11-30

La marcha de la llamada «generación del bicentenario» a sido una irrupción inesperada que constituyó un momento destituyente así como un momento instituyente. Se ha tratado de un momento destituyente por que removió un gobierno de escasas credenciales democráticas que nos estaba asomando a la barbarie. A la vez, se trata de un momento instituyente, porque inaugura un nuevo momento político y social marcado por el gobierno interino de Francisco Sagasti. Este nuevo momento político no es del todo claro, pues los actores del momento oscuro de las dos infames primeras semanas de noviembre siguen activos, aunque un poco apaciguados. Es por ello que la juventud y la ciudadanía entera sigue estando alerta. 

A esta juventud se le ha puesto un nombre y parece que todos saben qué es lo que quieren. Pero, parece legítimo preguntarse si tenemos derecho a ponerles un nombre y hablar en nombre de ellos respecto de lo que quieren y buscan. Ponerle nombre a alguien es como imponer nuestro dominio sobre él o sobre ella. ¿Tenemos derecho a denominarlos «generación del bicentenario»? Tal vez es lo que quisiéramos que ellos y ellas fuesen, ya que para nosotros la cuestión del bicentenario es tan importante. Pero ¿hemos escuchado sus voces? En este punto, hemos ido aún más allá, puesto que les hemos colocado dos «héroes», Inti y Brian. ¿Con qué derecho hemos transformado a esas dos víctimas de la violencia policial en héroes? ¿acaso, por nuestras fantasías que necesitaba una «generación heroica»? No contentos con eso, la izquierda en el país ha querido colocarlos en el centro para intentar forzar un momento constituyente de la que saldría una nueva Carta Magna escrita para satisfacer los intereses de algunos sectores.

¿Por qué no dejamos que esos jóvenes sean lo que quieran ser, sin tanto manoseo político? Ad portas de un proceso electoral, todos hablamos en nombre de ellos y no los escuchamos, y ni siquiera les permitimos que se expresen. Lo que queda claro es que se trata de una generación que vivió unos años de estabilidad política y social, y de relativa prosperidad económica, y que vio peligrar aquello. Posiblemente, la defensa de la Reforma Universitaria haya sido más importante para ellos que la búsqueda de una Nueva Constitución. Tal vez, la seguridad ante la policía sea más valiosa que nuestros afanes políticos. Tampoco es cierto que este noviembre negro haya movilizado sólo a jóvenes, sino que también se ha tratado de multitudinarias manifestaciones de personas de todas las edades, por diferentes medios. El dirigir nuestra mirada a los jóvenes puede ser una estrategia para olvidar que nos encontramos ante un país desintegrado y una sociedad fragmentada.


Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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