LA GENERACIÓN DEL BICENTENARIO Y LA RESPONSABILIDAD EN EL PERÚ
Los sucesos del 12 y el 14 de noviembre último representan una crisis humanitaria como el Baguazo y el Conflicto Armado Interno. No, ciertamente, en la magnitud de la violencia, pero sí por el sentido de la misma. Los paralelos entre estos tres procesos es que las fuerzas del Estado terminaron por volcarse contra la sociedad por razones políticas. En el caso de Conflicto Armado Interno, la aventura demencial de Sendero Luminoso y del MRTA así como los excesos de la fuerzas del Estado (en algunos lugares y momentos específicos) generaron una gran violencia contra los ciudadanos, especialmente pertenecientes a comunidades andinas. En el caso del Baguazo, el proyecto nefasto del “síndrome del perro del hortelano” (impulsado fervientemente por el expresidente Alan García) representó la dirección la fuerza del Estado contra comunidades amazónicas. Finalmente, el 12 y el 14 del último noviembre, las ambiciones perversas de sectores del parlamento, después de asumir el poder ejecutivo, ejercieron violencia contra ciudadanos (en su mayoría, jóvenes universitarios y preuniversitarios) en el mismo Cercado de Lima con el fin de perpetrar un proyecto subalterno.
La historia de la República del Perú está marcada por la mezquindad, la violencia y el dogmatismo que tiene menos que ver con el hecho de ser una «sociedad poscolonial», sino porque los sectores de la sociedad que se autoproclamaron «la élite dirigente» ha volcado sistemáticamente violencia contra el resto de los ciudadanos. Hablamos de una élite que se ha autoproclamado a sí misma como dirigente en este país, y ha ejercido la violencia, una y otra vez, contra el resto de la sociedad. En el último suceso del 14 de noviembre, una autoproclamada «coordinadora republicana» ha fungido como actor intelectual del ataque contra los ciudadanos a nombre de una rancia élite anti-republicana que decide perpetrar su dominación sobre los ciudadanos.
En estas circunstancias, es necesario que los ciudadanos de este país asumamos nuestra responsabilidad para con la República, para que podamos enrumbarnos por el camino de la libertad, la igualdad, la autonomía, el respeto mutuo y la prosperidad social integral. La Generación del Bicentenario ha mostrado que es posible hacer eso. Pero, esa generación de jóvenes necesita el apoyo y el compromiso de los demás. Pero, así como sucede con muchos de nuestros políticos (dispuestos a todo por sacar adelante sus ambiciones personales y sus proyectos dogmáticos), políticos y agentes sociales que desprecian la pluralidad democrática porque creen tener la razón de su lado y no se encuentran dispuestos a dar y recibir razones. Pero (y esto lo afirmo por una «fe práctica») considero que en este país de los indignados por la retórica de la Nueva Constitución de la Izquierda dogmática y el anquilosamiento de un sector del Tribunal Constitucional (que decidió lavarse las manos por medio del artificio de la “sustracción de la materia”); esta esperanza moral nos debe conducir a considerar que es posible comprometerse y asumir la responsabilidad.