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¿REALMENTE INGENUOS?

ACERCA DEL POPULISMO EN EL EJECUTIVO Y EL LEGISLATIVO

Publicado: 2020-05-10

Al comenzar la cuarentena el Ejecutivo cosechó un amplio respaldo que dejó fuera de juego al entonces aún no instalado nuevo Congreso de la República. Pasaron semanas y el Legislativo no aparecía en escena: el aumento de los contagios y de fallecidos, así como las acciones del gobierno se estaban llevando todas las portadas de diarios y noticieros, como todos los virales de las redes sociales. Esto fue así, hasta que el Congreso encontró la fórmula adecuada en la deriva del populismo.

Desde entonces la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo cambió. Parece que al gobierno no se le ofreció otra opción de la de seguir al Congreso en el camino populista. No hay que olvidar que el apoyo del gobierno no reside en una organización política articulada, sino en el apoyo popular; tampoco hay que olvidar que los señores congresistas están más preocupados en sus posiciones después de las elecciones del 2021 que en el manejo de la triple crisis que afrontamos (sanitaria, económica y social). Así que, mientras que otros países se encuentran ante dos grandes sunamis, Perú suma a la crisis sanitaria y a la recesión, la crisis generada por el populismo que toda a las puertas de Palacio y del Congreso.

Ya se ha hecho oír las voces que dicen que este Congreso es igual al anterior, y que fue en vano disolver el que instaló la fuerza populista fujimortista el 2016. Al parecer, no falta razón a la población que se queja del Congreso actual. Esas quejas están conduciendo a ideas extrañas, como la que afirma que la solución a estos congresos nefastos se encuentra en la reducción de los derechos políticos. De esta manera, se sostiene que debería de colocarse requisitos adicionales para poder ser candidatos al Congreso, como el tener títulos universitarios. Otra idea más delirante es la de restringir el derecho al voto a cierto sector de la población que elige siempre mal.

Todo esto lleva a pensar que tenemos una opinión popular desorientada o ingenua que no entiende que lo que nos conduce a cada vez peores congresos no es que los ciudadanos no sepan votar o que las ofertas políticas son malas. Lo que queda claro es que lo que nos lleva a estos resultados, una y otra vez, son las reglas del juego político y electoral. Es por ello que era necesaria una reforma política y una reforma del sistema electoral, que incluyese las valiosas propuestas de la Comisión Tuesta: primarias abiertas y universales, eliminación del voto preferencia, la paridad y la alternancia en las listas para el Congreso y otras propuestas similares. Pero como estas reformas requiere de leyes que sólo el legislativo puede dar, entonces parece que estamos condenados al deterioro de la democracia en el país. Así, que a menos que la opinión pública presiones, seguiremos en las mismas.

Entiendo que ahora cada cual está viendo como salva su propio pellejo, su vida y la de los suyos, pero los ciudadanos no pueden ser (o fingir ser) tan ingenuos que sin una reforma política y electoral las cosas no empeorarán.

Al comenzar la cuarentena el Ejecutivo cosechó un amplio respaldo que dejó fuera de juego al entonces aún no instalado nuevo Congreso de la República. Pasaron semanas y el Legislativo no aparecía en escena: el aumento de los contagios y de fallecidos, así como las acciones del gobierno se estaban llevando todas las portadas de diarios y noticieros, como todos los virales de las redes sociales. Esto fue así, hasta que el Congreso encontró la fórmula adecuada en la deriva del populismo.

Desde entonces la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo cambió. Parece que al gobierno no se le ofreció otra opción de la de seguir al Congreso en el camino populista. No hay que olvidar que el apoyo del gobierno no reside en una organización política articulada, sino en el apoyo popular; tampoco hay que olvidar que los señores congresistas están más preocupados en sus posiciones después de las elecciones del 2021 que en el manejo de la triple crisis que afrontamos (sanitaria, económica y social). Así que, mientras que otros países se encuentran ante dos grandes sunamis, Perú suma a la crisis sanitaria y a la recesión, la crisis generada por el populismo que toda a las puertas de Palacio y del Congreso.

Ya se ha hecho oír las voces que dicen que este Congreso es igual al anterior, y que fue en vano disolver el que instaló la fuerza populista fujimortista el 2016. Al parecer, no falta razón a la población que se queja del Congreso actual. Esas quejas están conduciendo a ideas extrañas, como la que afirma que la solución a estos congresos nefastos se encuentra en la reducción de los derechos políticos. De esta manera, se sostiene que debería de colocarse requisitos adicionales para poder ser candidatos al Congreso, como el tener títulos universitarios. Otra idea más delirante es la de restringir el derecho al voto a cierto sector de la población que elige siempre mal.

Todo esto lleva a pensar que tenemos una opinión popular desorientada o ingenua que no entiende que lo que nos conduce a cada vez peores congresos no es que los ciudadanos no sepan votar o que las ofertas políticas son malas. Lo que queda claro es que lo que nos lleva a estos resultados, una y otra vez, son las reglas del juego político y electoral. Es por ello que era necesaria una reforma política y una reforma del sistema electoral, que incluyese las valiosas propuestas de la Comisión Tuesta: primarias abiertas y universales, eliminación del voto preferencia, la paridad y la alternancia en las listas para el Congreso y otras propuestas similares. Pero como estas reformas requiere de leyes que sólo el legislativo puede dar, entonces parece que estamos condenados al deterioro de la democracia en el país. Así, que a menos que la opinión pública presiones, seguiremos en las mismas.

Entiendo que ahora cada cual está viendo como salva su propio pellejo, su vida y la de los suyos, pero los ciudadanos no pueden ser (o fingir ser) tan ingenuos que sin una reforma política y electoral las cosas no empeorarán.


Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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