Uno de los elementos centrales de la ética kantiana es el concepto de “imperativo categórico”. Durante algún tiempo dicho concepto fue la causa de que se rechazase la ética de Kant en su conjunto, pero en los últimos años ha habido una revalorización de éste. Así, Christine Korsgaard, Onora O’Neill y Rainer Forst, entre otros, han vuelto sobre él para buscar una fundamentación de la ética, de la filosofía política y de la filosofía social.

Esta revitalización se ha producido en tres pasos centrales. El primero fue el dado por O’Neill, quien en su tesis con Rawls mostró que el imperativo categórico, a pensar de contener elementos formales podía producir principios que sirvan para orientar nuestras acciones. Así, en Acting on Principle la filósofa británica muestra de qué manera la primera formulación del imperativo categórico permite establecer principios que nos permitan orientarnos en nuestras acciones.

El segundo paso es el dado por Korsgaard quien precisa que para entender a cabalidad el imperativo categórico y poder ver su relevancia práctica es necesario tomar sus tres formulaciones (a las que llama “la fórmula de la ley universal”, “la ley de la humanidad” y “la ley del reino de los fines” respectivamente), para ver cómo éstas se entrelazan y desembocan en un orden social que orienta la práctica social en dirección al trato digno entre personas. El tercer paso ha sido acentuado por Forst al colocar el imperativo categóricO en la dinámica social y comunicativa del dar y recibir razones por medio de la exigencia de justificaciones.

Con todo esto, el imperativo categórico se comienza a ver como un argumento que permite una fundamentación de los principios para la acción, que es de carácter cognitivista y constructivista, y al que se le puede sacar un gran provecho para el debate de filosofía práctica en el mundo contemporáneo.