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DOS PRESIDENTES EXCEPCIONALES

Publicado: 2019-10-06


Causa curiosidad las similitudes existentes entre los presidentes Valentín Paniagua y Martín Vizcarra. Ni Vizcarra es limeño, ni Paniagua lo era. Ninguno de los dos formaba parte del stablishment político de la élite limeña, en un país tan centralista y que rechaza tanto a las regiones. A la vez, ambos llegaron a la presidencia no por haber sido elegidos ellos mismos, sino porque las circunstancias los colocaron en esa posición; pero a pesar de ello supieron asumir la responsabilidad, erigirse como personas morales y terminar siendo los mejores presidentes de la República que hemos tenido desde la recuperación de la democracia. A ambos les tocó enfrentar la corrupción galopante del país, y reconstruirlo de las cenizas y de la barbarie.

Es difícil hacer un balance exhaustivo de los meses que duró en gobierno de Paniagua. Pero podría mencionar que a él le tocó hacer frente a la crisis institucional que representó la caída del gobierno del exdictador Alberto Fujimori. La herencia que había recibido Paniagua es la. De un régimen que se había erigido en dictadura y que había afianzado su tiranía sobre el sistema político y sobre la sociedad gracias a que instaló una corrupción sistemática. Ésta consistía corromper todos los organismos del Estado y los sectores más influyentes de la sociedad. Así, las FF.AA. fueron sometidas a un acta de sujeción a Vladimiro Montesinos, y por medio de éste, a Alberto Fujimori. El Congreso de la República, el Poder Judicial, la Defensoría del Pueblo; todas las instituciones del Estado se encontraban sometidas a la tiranía montada por el régimen. Lo mismo sucedía con los medios de comunicación, los empresarios y otros sectores de la sociedad civil. Con esos actos, en régimen dictatorial había desmantelado las. Instituciones centrales de la República y del Estado de Derecho. Como consecuencia de ello, se hizo mucho más fácil la violación de Derechos Humanos, las violaciones al debido proceso (como sucedió con la implementación de jueces sin rostro) y la impunidad.

A Valentín Paniagua le tocó reconstruir el Estado de Derecho y recomponer el proyecto republicano. De modo que, inspirado por los ideales que brotan del republicanismo, como la idea de libertad como no dominación (la que señala que una persona es libre cuando no está sometida al poder arbitrario de un tirano que lo reduce a un objeto) y la de fortalecimiento de la ciudadanía activa, capaz de asumir una mayoría de edad política y tomar en sus manos el rumbo del país. Al mismo tiempo, el presidente Paniagua tuvo que hacer frente a las secuelas del conflicto armado interno. Así que se puso en marcha un proceso de justicia transicional, por medio del cual se juzgaron a muchos perpetradores de violaciones a los Derechos Humanos, miembros tanto de Sendero Luminoso y del MRTA como a miembros de las Fuerzas del Orden. El presidente Paniagua, si bien se encontraba vinculado al partido político Acción Popular, se encontraba más asociado a la docencia universitaria y a la actividad intelectual, que le permitió claridad respecto de la importancia de los ideales republicanos para el fortalecimiento de la democracia. Así que después del liberalismo autoritario que impuso la dictadura, se propuso poner en marcha la construcción de una democracia republicana.

Pero el proyecto republicano de Paniagua fue bloqueado rápidamente por dos proyectos que le hicieron frente inmediatamente. De un lado el proyecto neoliberal (que buscaba mantener una democracia formaliter dentro de un régimen controlado por una burocracia dirigida promover la productividad y desactivar la ciudadanía activa). Aquello que Alberto Vergara denomina “Proyecto Hortelanista” se impuso rápidamente ante el proyecto republicano. El error del análisis de Vergara es pensar que el proyecto hortelanista y el republicano podrían llegar a un entendimiento, ya que el primero trae en su ADN la reducción de la democracia. Así que, en una democracia de baja intensidad, donde el proyecto hortelanista no ha tenido rival, la pobreza institucional abre las puertas a al segundo enemigo del proyecto republicano de Paniagua, a saber, la corrupción.

Respecto de este segundo aspecto hay que tener presente que los agentes y los instrumentos de la corrupción de los 90 no habían sido desmontados, sino que se encontraban ocultos para colocarse al servicio de quienes pudiesen invocarlos. Así que Fuerza Popular y sus aliados lograron utilizarlos para coludirse con la ola expansiva que vino de Brasil. Si bien es cierto que la corrupción que se ha destapado a raíz del caso Lavajato no ha tenido ni tinte político ni partido privilegiado. En los últimos años hemos visto la manera en la que políticos de todas las tiendas recibieron dinero que provenía de fuentes dudosas. Pero es necesario hacer dos aclaraciones. La primera es que la corrupción que hemos estado viviendo es a gran escala, y que ha copado algunas instituciones, no fue del tipo sistemática; es decir, la corrupción de los 90 y la de las primeras dos décadas del siglo presente son de naturaleza diferente. La segunda cuestión por aclarar es que Fuerza Popular, liderada por Keiko Fujimori, utilizó la corrupción como una herramienta para capturar el poder político, bloquear todas las investigaciones en su contra y seguir delinquiendo. En ese esfuerzo la acompañaron los aliados de Fuerza Popular.

La acumulación de poder que consiguió la hija del exdictador gracias a artes dudosas terminó por ahuecar toda legalidad en el país, desfondando el sistema político y dejando sin legitimidad al Congreso de la República. A diferencia de su padre, quien llegó al poder para instaurar un sistema corrupto, Keiko acumuló poder corruptor para incrementar poder político y controlar el Congreso, y desde allí debilitar el poder ejecutivo. Pero Fuerza Popular y sus aliados no contaban que el vicepresidente Vizcarra tenía personalidad moral y que, una vez asumida la Presidencia iría a utilizar su temple y su inteligencia para enfrentar la coalición corrupta enquistada en la mayoría congresal. Vizcarra, un hombre solitario, sin partido, sin bancada, que sabe que no se puede confiar ni en las Meches ni en los Juanes ni en los Carlos de este mundo, sino sólo en un grupo muy cercano, tuvo la fuerza de enfrentar al Congreso y terminó disolviéndolo de acuerdo con las facultades constitucionales y con el apoyo de la ciudadanía.

El presidente Vizcarra es alguien que sabe que no tiene nada que perder, pues no se postulará a la presidencia en un futuro próximo, llegó cargado de un ideal: el de la liberación. Del Estado de los poderes corruptos. No se trata de un político con muchas ideas políticas en la cabeza (como era el caso de Paniagua), pero con un temple moral importante, logró acumular liderazgo político real gracias al reconocimiento de los ciudadanos. Un presidente a quién el puesto le cayó de pronto, alguien que no había sido elegido por nadie, sino que llegó donde está por estar en la plancha presidencial de PPK, logró hacer lo que muchos presidentes y políticos no pudieron o no quisieron. Al igual que Paniagua, se convirtió en el mejor presidente de los últimos tiempos. Esto deja en el aire la siguiente interrogante: ¿porqué los presidentes que llegan a serlo porque las circunstancias los pusieron en esa situación han terminado siendo mejores que los que han sido elegidos por los ciudadanos? Podría adelantar un par de ideas al respecto. La primera es que se trata de. Personas que no tienen ambiciones políticas. La segunda, es que, debido a la fragilidad de nuestra democracia, los ciudadanos aún no tienen un voto maduro.


Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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