DEONTOLOGÍA, CONSECUENCIALISMO Y PRÁCTICA EN LA MORAL KANTIANA
La interpretación de la ética kantiana como un consecuencialismo con “restricciones colaterales” tiene como base lo que Christine Korsgaard denomina “interpretación de la contradicción práctica” que se encuentra operando al interior del imperativo categórico. Puede resultar controversial si la interpretación práctica a la que la autora estadounidense se refiere es una variante del consecuencialismo o es otra cosa. Hay tres posiciones al respecto. La primera sostiene que se trata de un consecuencialismo con restricciones deontológicas. La segunda, que nos encontramos en caso de una teoría moral deontológica pura, sin ninguna influencia consecuencialista. La tercera, finalmente, sostiene que nos encontramos ante una versión del constructivismo moral.
Para hacer frente a este desacuerdo es necesario reparar en lo que la significa el término “práctico” significa, al interior de la “interpretación de la contradicción práctica”. Parte de ese significado fue explicitado cuando presentamos el concepto de práctica desarrollado por Rawls. Para aclarar nuestro asunto hemos de explicitar algunos aspectos adicionales de lo que dicho término significa. Lo primero que hay que señalar que tiene menos que ver con el significado de práctico que surge del pragmatismo que con el concepto de práctico que brota del uso práctico de la razón. Para el pragmatismo, lo práctico es aquello que funciona en la experiencia, entendiendo la experiencia como configurada en un lenguaje intersubjetivo y estableciendo relaciones entre las personas y entre las personas y el mundo. Aquí, lo práctico tiene un sentido consecuencialista, puesto que se trata de tener éxito en nuestra acción en el mundo. En cambio, el concepto de práctico asociado al “uso práctico de la razón” está asociado a todo lo que se refiere a la libertad y coloca en el centro la relación interpersonal orientada al respeto incondicionado de la autonomía de las personas en vez, en vez de a promover ciertos estados en el mundo.
Esta interpretación de lo práctico basada en la idea del uso práctico de la razón se conecta mejor con una interpretación particular de la moral deontológica, que otorga un espacio a la relación interpersonal, a la vez que se encuentra entroncada con una concepción constructivista de la moral. La persona que quiere actuar de acuerdo a un principio moral lo hace en vistas de la motivación y no de las consecuencias. Él o ella quiere segur una regla moral, más que querer promover un estado de cosas en el mundo. Su objetivo está centrado en la naturaleza de su motivación y no en las consecuencias de sus actos. El querer moral no es uno de objetos sino de concebirse a sí mismo de cierta manera. La identidad práctica deriva en un conjunto de obligaciones. En Kant es quererse identificar como miembros del reino de fines En la Crítica de la razón práctica Kant aclara la cuestión del “querer”de una manera que permite distinguir con claridad el querer vinculado a objetos o a buscar promover determinados estados del mundo (que sería el querer consecuencialista, del querer morar , en términos del mandato que dice: actúa de acuerdo a una regla que sea parte de una legislación universal. En la formulación del imperative categórico en la segunda crítica el término “querer” ha quedado suprimido para evitar cualquier ambigüedad respect del consecuencialismo.
De esta manera, en Kant tenemos un deontologismo que dice: debes actuar conforme a un principio, pero que tu actuar sea efectivo en el mundo, pero no por el fin, sino por el deber mismo. Debes actuar de tal manera que generes efectos en el mundo, pero no centrando tu acción en los efectos, sino en por una motivación correcta. De esta manera queda claro que la misma exigencia moral significa que mi acción dede tener efectos en el mundo, pero no de la manera en la que lo pensaría un consecuencialista, sino porque estamos centrados en la motivación moral. Pero, actuar es siempre relacional. Al actuar entramos en relación con otros, de tal manera que quien actúa motivado por el principio moral lo hace no solo buscando seguir la motivaciòn, sino que la misma motivación incluye la exigencia de la efectividad de la acción en la relación interpersonal. En esa relación interpersonal es central el considerarse a sí mismo y a los demás como fines en sí, dentro de un reino de fines. Esto hace que la acción que se deriva del motivo moral implica el respeto de la autonomía de todos los involucrados en la acción. En ese sentido la interpretación del imperative categórico más coherente es el que lo inserta en una práctica en la que lo relevante es el respeto incondicional de la autonomía de las personas. Pero, a su vez, dicha práctica le da a la moral kantiana una estructura constructivista.
El constructivismo es una estrategia de articulación de la moral que procura escapar de la necesidad de encontrar las exigencias morales en la naturaleza o de tener que inventarla (y caer en el relativismo). El constructivismo produce la ley gracias a reglas que son inherentes a la razón (Kant) o a las relaciones políticas (Rawls). La necesidad de recurrir al constructivismo surge de la constatación de que ya no podemos seguir operando con nuestras convicciones morales “naturales”, que hemos venido asumiendo como dadas por sentado. Aquí se trata de salir de la ingenuidad natural de nuestras convicciones y de asumir la necesidad de construir las normas de acuerdo a reglas objetivas porque expresan la reflexividad inherente a la conciencia humana. La interpretación práctica del imperative categórico que Korsgaard está apoyando captura en su concepción de práctica la exigencia de que asumamos un proceder constructivista de las normas.
De esta manera, la idea de que la moral kantiana es un consecuencialismo con “restricciones deontológicas” debe ser interpretada de la manera de la relacionalidad que la práctica implica. Dicho consecuencialismo remite necesariamente a la relación práctica, tal como la hemos precisado arriba. En ese sentido co es inconsistente con la idea de que lac deontología de la moral kantiana exige efectividad en la práctica. Esto es así porque ambas cosas se pueden resolver el la estrategia constructivista de la misma moral kantiana.