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La segunda formulación del imperativo categórico como antinomia de la razón y principio práctico

Publicado: 2019-01-23


La reflexión filosófica desarrollada por Kant en la Crítica de la razón pura tiene como punto de partida la crisis de la filosofía. Dicha crisis consiste en que la filosofía misma se encuentra ante el peligro de encontrarse franqueada por posiciones dogmáticas. El dogmatismo consiste en una saturación de las razones, es decir, en construcciones racionales cerradas y compactas pero que se contraponen una a otras y se muestra impermeables ante la experiencia. Las articulaciones racionales pueden ser un sistema de creencias coherente, pero la sobresaturación de la coherencia hace de ellas articulaciones dogmáticas y combatientes. La crítica hace frente a dicha crisis siguiendo los siguientes pasos. En primer lugar, organiza las posiciones dogmáticas en cuatro antinomias de la razón. En segundo lugar, extrae de dichas antinomias principios prácticos a través de los cuales es posible hacer frente a los dogmatismos. De esta manera, la resolución de los enredos teóricos se expresa en las soluciones prácticas.

La tercera antinomia enfrenta dos posiciones dogmáticas que atañen directamente al problema de la libertad. Una de ellas señala que todo en el mundo se encuentra atado a leyes causales. Esta posición describe un mundo completamente coherente en el cual la libertad es completamente negada. En cambio, la segunda parte de la antinomia afirma que en el mundo conviven al mismo tiempo la libertad con la causalidad, de tal manera que es capaz de describir con coherencia un mundo en el cual la libertad es posible. En esta antinomia sucede que la sobresaturación de la coherencia convierte en dogmáticas ambas posiciones, que se afirman como una descripción teórica respecto de realidad. La respuesta crítica a esta antinomia consiste en extraer un principio práctico de la misma antinomia, a fin de pasar del ámbito de las explicaciones teóricas a las razones para la acción. Dicho principio práctico se puede enunciar de esta manera: “considera a toda persona siempre como un fin y no sólo como un medio”, de tal manera que se exige que se tome a la persona como un fin en sí al mismo tiempo en que se le ve como un medio.

La conocida segunda formulación del imperativo categórico resulta ser el principio práctico que se extrae de la antinomia y que señala la prohibición de no instrumentalización de ninguna persona. Pero en la idea misma de dicho principio se instala una tensión que se concentra en la expresión “al mismo tiempo”. Allí se exige ubicar a la persona tanto como un fin en sí y como un medio. De esta manera, la exigencia indica que debemos de considerar a la persona como inserto en el mundo fenoménico y conectado a las leyes de la naturaleza. De esta manera, la persona es entendida también como compartiendo un mundo social junto con otros. Pero, por otra parte, se exige pensar a la persona como noumeno, y en tanto tal como libre. Desde esta perspectiva, la persona es entendida como racional y como teniendo la posibilidad de tomar distancia del mundo social en el que se encuentra para hacer valer su libertad. La persona se encuentra dentro y fuera del mundo social al mismo tiempo y ello hace valer su libertad en ese doble juego de tomar distancia de la sociedad para entenderse como inserta en la misma sociedad. En ello se gana libertad dentro del mundo social. O, dicho de otra manera, desde dentro del mismo mundo social el ser humano hace valer su capacidad de pensarse y realizarse como libre, como si estuviese dentro y fuera del mundo social al mismo tiempo. De esta manera, el mundo social puede ser comprendido como un mundo fenoménico en el cual las personas se exponen constantemente a la defraudación, pero al mismo tiempo, ese mismo mundo social puede pensarse como un reino de fines.


Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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