El debate sobre el populismo que se ha llevado a cabo en Italia a causa del ascenso al gobierno de la coalición populista entre Salvini y Di Maio ha dejado un debate en decurso. Ya el ascenso populista en los Estados Unidos con Trump ha abierto un debate sobre la cuestión. Ciertamente, aquellos populismos se encuentran ahora en ascenso suelen ser de extrema derecha, nacionalistas y anti extranjeros o xenófobos.

Estos populismos han procurado reemplazar la distinción derecha - izquierda por la distinción élite – pueblo. A partir de ello lo que han hecho es colocar a la multitud en contra de los intelectuales, ya que los últimos realizan análisis complejos y describen una realidad que va a contrapelo del sentimiento del ciudadano de a pie. De esta manera es fácil tildar al intelectual de estar del lado de la élite poderosa. Además, se ve al intelectual reivindicar la justicia social y se lee en ello una gran hipocresía, porque se lucha por la justicia social desde una posición acomodada. En cambio, la actitud populista en fomentar en la gente de a pie una actitud guiada por el imperativo que reza “debo de mejorar mi propia posición sin tener en cuenta la suerte de los demás”.

Los portavoces del fujimorismo han insistido que éste movimiento es populista, que se trata de una fuerza popular. Sin embargo, algo que requiere el populismo para poder cuajar en un contexto social determinado es una gran crisis económica. Eso es lo que hubo en EE.UU. y Europa, pero no en nuestro contexto. Además, en nuestro contexto el antifujimorismo tiene una gran presencia. En nuestro contexto no se trata de que la gente esté con el fujimorismo mientras que el antifujimorismo esté con la élite, sino, que la gente se divide entre fujimorista y antifujimorista.

De esta manera, el fujimorismo no puede ser un movimiento populista. Es claro que se trata de un movimiento autoritario y antidemocrático, pero no populista. Se trata más bien de un movimiento que juega a dos estrategias. En su relación con los empresarios es mercantilista (no llega ni siquiera a ser capitalista) y en su comunicación electoral con la gente es clientelista (y aquí se acerca al populismo).

Pero, por la radicalidad de su autoritarismo, motivada por la frustración de Keiko por no haber ganado las elecciones y por la dificultad que tiene la lideresa naranja de controlar sus emociones, ha perdido gran parte de su apoyo popular. La actuación de FP en el Congreso está haciendo que la gente tome distancia de él.