Desde que el Papa Francisco nombró a monseñor Pedro Barreto como Cardenal, se ha abierto en el Perú la posibilidad de de que la Iglesia Católica pueda hablar con una voz diferente a la acostumbrada. Con el Cardenal Cipriani la voz más notoria de la Iglesia ha sido la de un conservadurismo duro, opuesto a todo tipo de progresismo social y político.  En cambio Barreto aporta una voz diferente. Se trata de un jesuíta, cercano a Francisco y que comulga con las ideas del papa respecto del medioambiente y el compromiso social de la Iglesia. no es casual que rápidamente, el Cardenal Barreto se pusiese de lado del enfoque de género, señalando que éste es el más adecuado para dignificar al hombre y a la mujer.

En necesario comprender lo que Francisco está haciendo con esto. Como ya se sabe que Barreto no reemplazará a Cipriani cuando éste se retire, ya que ambos tienen edades muy cercanas. La idea es, más bien, ir generando un contrapeso a la fuerza conservadora que Juan Pabro II imprimió a la Iglesia durante su abusivamente largo pontificado. Este contrapeso va dirigido a dos campos diferentes al mismo tiempo. El primero es el de la sociedad peruana, el segundo es el de la política vaticana. 

En el primer campo, la presencia de Barreto tiene como objeto mostrar que la Iglesia tiene más que una voz conservadora, y que el pluralismo dentro de la Iglesia existe y es algo positivo. Si tenemos en cuenta el peso que tiene la voz de la Iglesia en la política nacional, esta pluralidad es importante y puede ayudar a incrementar la democracia y la laicidad en el país. En el campo de la política vaticana, resulta importante que Francisco vaya nombrando a cardenales progresistas en vistas de  la elección del próximo Papa. Francisco quiere equilibrar la balanza que Juan Pablo II desequilibró a propósito, para abrir la posibilidad de que el Papa que le suceda pueda continuar con la política de apertura que proviene del Concilio Vaticano II