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La ola conservadora y la astucia de la historia

Publicado: 2018-04-23

La excarcelación y la subsecuente orden de prisión domiciliaria de Osmán Morote ha generado la histeria de muchos grupos en Perú, especialmente consevadores y fujimoristas. De hecho, al cumplirse los 25 años de prisión (sin beneficios), los miembros de la cúpula de SL irán saliendo de la cárcel, con excepción de Abimaél Guzmán. Esto ha generado un debate que se pinta en estos términos: o debemos de seguir las reglas el Estado Democrático de Derecho o debemos de saltarlas y debilitar aún más la democracia. La primera opción supone aceptar que una vez que una persona ha cumplido su pena, debe de reintegrarse a la sociedad restituyéndosele todos sus derechos. La segunda, supone que hay que torcer una vez más las reglas de la democracia para que los términos "estados de derecho", "justicia" y "legalidad" pierdan por completo sus significados. 

En este debate se enfrentan dos posiciones políticas claras. La primera es la posición progresista, que sostiene que una vez que los ciudadanos hemos conquistado derechos, no hay justificación alguna para dar marcha atrás al respecto. La segunda es la posición conservadora que busca desandar el curso de la historia y retroceder en la ganancia de derechos. No es de extrañar que en el Perú las fuerzas conservadores sean más poderosas de las debilitadas fuerzas progresistas, y que la balanza se incline hacia destruir la democracia e ir fortaleciendo formas autoritarias en la vida social y política del país.

Pero esto no es un fenómeno local, sino mundial. A veces tenemos la tendencia a cultivar una mirada corta en espectro que nos hace pensar que lo que sucede en el Perú no sucede en otros lados, y olvidamos que con el flujo de personas, de mercancías, información y tecnología también corren a lo largo del planeta las ideas y las tendencias políticas , ya sean conservadoras o progresistas. Los avances de las extremas derechas en todo el mundo, con sus políticas de dar una vuelta atrás respecto de derechos y libertades es un fenómeno no solo local sino mundial. 

Sin embargo, por más de que la ola conservadora esté en auge y hoy los ciudadanos del mundo tengan menos derechos que hace 10 o 15 años, sucede que también hay procesos sociales que siguen yendo hacia adelante y en contra de la ola conservadora mundial. Al respecto señalaré dos de estos fenómenos, deteniéndome en el primero: la música y las formas ingeniosas de rearticulación del capitalismo no financiero. Cuando me refiero a la música, me refiero a los géneros más populares de los últimos años: el rock-pop y el rap.

Desde los 70 hasta los 90 el el rock-pop ha progresado en libertad de expresión tanto en la música como en la letra, hasta que llegó a su estandarización y sus letras comenzaron a perder en sentido de avance social que tenían antes.  Pero desde los 90 en adelante el rap tomó la posta en sus posiciones de avanzada. Lo que ambos géneros buscaban era la inclusión social y política y la defensa de los derechos adquiridos, a la vez de formas de libertad de expresión artística significativas. 

Las reiteradas olas conservadoras han intentado desactivar el avance social tanto del rock como del rap, pero sin éxito. La política de Nixon contra Black Sabath (que buscaba criticar la base cristiana del conservadurismo de entonces) o contra Manson, o la persecución en la España actual contra los raperos por cuestionar la  actitud de la policía o cuestionar a Franco; todas esas políticas regresivas no han logrado frenar el impulso que el rock y el rap han conseguido respecto de la exigencia de inclusión social y política y en cuanto de ganancias de libertades, especialmente de la libertad de expresión. 

Ese avanza tiene en la actualidad dos discos fundamentales, uno proveniente de la nueva evolución del rock y otro proveniente de la evolución del rap. El primero es el Black Star de David Bowie y el otro es el To pin a buterfly de Kendrik Lamar. La influencia del segundo sobre el primero es innegable desde que se sabe que Bowie escuchaba frecuentemente el disco de Lamar mientras se estaba gestando el Black Star, y le decía a su productor algo como "escucha esto, es algo así lo que yo quiero hacer".

La fuerza democratizadora del rock y del rap es innegable e imparable, por más que las olas conservadoras azoten el mundo contemporáneo. Parece ser que la historia, como señalaban Kant y Hegel, tenía una astucia especial, que va consiguiendo revoluciones morales, sociales y materiales, guiadas por un aire progresista inexorable. Esta fuerza termina por desfondar las pretensiones conservadoras, y esto es lo que más duele a los grupos regresivos.



Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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