El infortunio del feminismo
MUJER CONTRA MUJER
Sin duda, Nancy Fraser es una de las intelectuales que ha analizado el feminismo con mayor lucidez durante las últimas décadas. Es por hecho, que hoy conmemoramos un año más de la primera huelga feminista que se llevó a cabo en Islandia es importante colocar algunas de las ideas de Fraser sobre el tapete.
La filósofa estadounidense ha visto con claridad de qué manera el feminismo se ha convertido en una política identitaria (junto con la política del multiculturalismo y la política racial) que han sido rápidamente absorbidas por el llamado neoliberalismo progresista. Las políticas identitarias son aquellas que se centran en la identidad de las personas (en el hecho de ser mujeres, el ser de tal cultura particular o el ser afrodescendiente en los EE.UU.). Lo característico de estas políticas es que reivindican los derechos de esos grupos identitarios pero resultan ciegas frente a la cuestión de la distribución socioeconómica entre los grupos y dentro de las personas del mismo grupo identitario.
En el caso del feminismo actual, lo que ha sucedido es que si bien las mujeres reivindican la igualdad de ingresos entre hombres y mujeres, sucede que su propuesta tiene dos problemas de fondo. El primero es que no cuestiona el sistema neoliberal que hace que se disparen las desigualdades no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre mujer y mujer. En segundo lugar, se satisface con que algunas mujeres consigan acceder a los puestos importantes en las grandes coorporaciones internacionales.
De esta manera, las políticas del movimiento feminista contemporáneo ha caído en las redes de lo que se llama el neoliberalismo progresista. Se trata de una mutación del neoliberalismo que ha logrado domesticar las políticas identitarias, y con ello también las políticas feministas. De esta manera los grupos feministas se preocupan más en que las mujeres puedan acceder a las posiciones que el neoliberalismo ha puesto a disposición para ellas en vez de desarrollar una crítica a éste. La astucia del neoliberalismo progresista les ha tendido una trampa muy sutil: la de la igualdad de ingresos entre hombres y mujeres, siempre que sea dentro del mismo sistema neoliberal.
Esta trampa ha distraido la atención al movimiento feminista frente a dos cosas importantes. La primera es que la desigualdad de ingresos y en condiciones de vida entre mujer y mujer se ha disparado. Y, segundo, el neoliberalismo ha generado un sistema social de precariedad, en el cual nadie tiene seguridad respecto del empleo. La precariedad en la que viven las mujeres respecto de sus ingresos hace que voten por candidados de derecha y de extrema derecha que que tienen propuestas políticas que van en contra de sus intereses y que, en muchos países se adhieran a grupos religiosos que predican la sumisión de la mujer al varón. Las mujeres aceptan esas condiciones dentro del grupo religioso y votan por políticas que van en contra de sus interese porque buscan seguridad en un mundo social donde las reformas neoliberales han impuesto condiciones de alta precariedad.
La última vuelta de tuerca de este feminismo conservador de la era del neoliberalismo progresista la constituyen los excesos de las denuncias contra varones. Aprovechando el legítimo derecho de las mujeres a defenderse frente al acoso y la violencia por parte de los varones, ha aparecido un grupo radicalizado de mujeres de extrema derecha que busca imponer una moral conservadora dentro de la sociedad, de tal manera que cualquier conducta que salga de los límites de dicha moral es duramente sancionada, castigando tanto a los hombres como a las mujeres. Parte de esta moral conservadora de tinte feminista propugna que las mujeres deberían mantener su papel de ama de casa cuidando a los hijos como si se tratase de un derecho adquirido.