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¿Deben todos los gatos ser pardos ante la visita del Papa?

Publicado: 2018-02-28

La Revista IDEELE publico un artículo mío respecto de la visita del Papa, lo reproduzco aquí. 

"1.- Introducción: un Papa latinoamericano 

La visita del papa Francisco ha generado innumerables reacciones y reflexiones, desde aquellas que cuestionaban el monto de dinero que su venida ha significado hasta quienes alabaron profundamente su presencia entre nosotros. Como fuere, esta visita fue un evento importante porque se trata de un Jefe de Estado y la cabeza visible de la Iglesia Católica, que es una Iglesia mundial y en el Perú representa la religión mayoritaria. De esta manera, la visita del Papa ha tenido un doble carácter. De un lado, se trata de la de un Jefe de Estado y del otro, tiene un carácter pastoral. Pero hay más, debido a los compromisos y posiciones eclesiales y políticos de Francisco, su visita significó poner sobre la mesa de debate las transformaciones que él procura llevar a cabo en la Iglesia Católica.

El presente texto tiene como objetivo analizar algunas reacciones que esta vista ha suscitado. ahora bien, las posiciones del Papa actual no son fruto de su inspiración personal y tampoco son fruto de la arbitrariedad o de un capricho. Estamos hablando de un Papa latinoamericano que, en tanto perteneciente a la Iglesia en Latinoamérica, ha tenido una recepción del Concilio Vaticano II mediada por las Conferencias Episcopales Latinoamericanas de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007) . Pero, además se trata de una Iglesia en cuyo seno se gestó la Teología de la Liberación del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez .

El papa Francisco proviene de este contexto eclesial latinoamericano, tanto así que cuando participó, antes de ser Papa, en la Conferencia de Aparecida, él fue uno de los redactores del documento final, documento en el cual se subraya la necesidad de que la Iglesia en Latinoamérica asuma de manera decidida la opción preferencial por los pobres y excluidos. Teniendo en cuenta esto, quiero analizar tres posiciones frente a las ideas que Francisco trajo consigo en su visita. Las ideas del Papa se encuentran conectadas con la experiencia del Concilio Vaticano II y su pontificado no está trayendo nada nuevo, es decir, nada que no pertenezca a la línea trazada por el Concilio y por la Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Si hay algo nuevo en Francisco, viene de su decisión de echar a andar esas ideas de manera más decidida, después de que el largo Pontificado de Juan Pablo II las pusiese en la nevera de la Iglesia.

Tanto el Concilio Vaticano II, las Conferencias Episcopales Latinoamericanas y el papa Francisco se encuentran insertos en lo que Gustavo Gutiérrez denomina “la voz profética” y que la filosofía de la religión denomina “la religión profética” . La religión profética se remonta al Antiguo Testamento y se conecta con la práctica de los profetas de Israel de alzar su voz en contra de las injusticias y los abusos de parte de los poderosos contra los débiles, especialmente de parte de los reyes o los sacerdotes del pueblo judío. Después pasó al acerbo espiritual y a la práctica cristiana, de modo tal que el cristianismo mantuvo siempre una veta profética en su práctica, veta que perdura hasta nuestros días. Así, la religión profética orienta al cristianismo y a los creyentes en la actualidad hacia la defensa de la justicia política y social. La conexión con la justicia política se manifiesta en el compromiso con los derechos humanos y la defensa de la democracia, mientras aquella con la justicia social percibe en el combate contra la pobreza, el incremento de la desigualdad socioeconómica, la exclusión y el deterioro del medioambiente,

El Concilio Vaticano y las Conferencias Episcopales Latinoamericanas se encuentran profundamente involucrados con la religión profética dentro del catolicismo. El contexto que han creado, desde la segunda mitad del siglo XX ha sido el de invitar a la Iglesia a manifestar su voz profética en el mundo y en el subcontinente latinoamericano. En ese contexto, el papa Francisco se encuentra profundamente comprometido con las exigencias proféticas se encuentra en una constante actitud de motivar a la Iglesia en su totalidad para que refuerce el compromiso profético que brota del Concilio. El Papa que acaba de visitar el Perú tiene, puyes un fuerte compromiso profético. Dicha actitud profética no es en absoluto nueva, sino que se encuentra inserta en la tradición juedocristiana y se ha cristalizado claramente en el Concilio Vaticano II. La novedad en Francisco es el énfasis en la religión profética , cosa que no había estado tan presente en Juan Pablo II y en Benedicto XVI.

2.- Tres reacciones ante la visita del Papa

Las tres posiciones que quiero analizar son la neoliberal de Aldo Mariátegui, la ultramontana de Martín Santivañez y la gatopardina (o postcaviar) de Raúl Zegarra. La primera se presenta como un ataque de tinte político a Francisco, desde fuera de la Iglesia Católica, mientras que la segunda se presenta como un aprovechamiento de la oportunidad de la venida del Papa para reforzar el proyecto político del catolicismo de extrema derecha de convertir al Estado peruano en confesional. Finalmente, la de Zegarra hace un análisis de los las posiciones del Sumo Pontífice para extraer de ellas una defensa de un conservadurismo edulcorado. Lo que tienen en común las tres posiciones es que son conservadoras. El conservadurismo de estas respuestas no debe sorprendernos, si pensamos que la sociedad peruana es una de las más conservadoras de la región.

2.1.- La reacción neoliberal

Tanto en un artículo en el diario Perú 21 como en una entrevista a Ernesto Cavassa (sacerdote Jesuíta y Rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya) , Aldo Mariátegui sindicó al Papa de ser un “proge caviar”, cercano al marxismo y de condenar al dinero y no comprender al mercado. Todas estas acusaciones se conectan con la idea de Mariátegui, según la cual todas las personas tienen algo que él llama “ideología” y que Francisco tiene una ideología de izquierda y verde, con lo cual estaría traicionando su papel de Papa debido a que los demás papas eran de Derecha (como Juan Pablo II y Benedicto XVI) ya que sería claro que Dios es de derecha.

Esta lectura de periodista conservador respecto de Francisco se basa en unos supuestos no suficientemente esclarecidos. Primero indica que el Papa es un jesuita latinoamericano y resultaría claro que ellos son intelectuales de izquierda, cercanos a lo que él denomina “pensamiento caviar”. Además, Mariátegui resalta ciertas expresiones del Papa en las que habría afirmado que no se ofende si le dicen marxista y que los comunistas piensan como cristianos. Y para cerrar su estigmatización de Francisco, señala su cercanía al castrismo y al chavismo.

La posición de Mariátegui no tiene en cuenta que el Papa tiene dos referentes importantes que deben marcar sus acciones y palabras: la figura de Jesús y el magisterio de la Iglesia actualizado en el Concilio Vaticano II y las Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Puesto que Francisco está colocándose del lado de las personas más vulnerables de la sociedad mundial actual, porque así lo exige el cristianismo, realiza una crítica directa al proyecto político neoliberal que incrementa las desigualdades, erosiona el medioambiente y condena a los más vulnerables a las peores situaciones. Puesto que Mariátegui es un acérrimo defensor del neoliberalismo, las acciones del Papa le resultan una amenaza. Y no es que el Papa condene al dinero y no entienda al capitalismo, sino que Francisco comprende perfectamente que la relación que ha establecido el proyecto neoliberal entre Estado, sociedad y mercado terminan teniendo consecuencias para las condiciones de vida de millones de personas que son inaceptables desde el punto de vista del Evangelio.

Parece ser que a Mariátegui le gustan solo los Papas, Obispos y sacerdotes que no cuestionen al neoliberalismo imperante. Al periodista le gusta un Evangelio a la orden de los intereses de las corporaciones trasnacionales. Es por eso que se escandaliza cuando el Papa señala que no le molesta si le dicen marxista y que muchos comunistas piensan como cristianos. Cuando Francisco dice esas cosas lo hace para que quede claro cuál es su posición frente al sistema económico mundial, no porque sea marxista o comunista.

Como dice el mismo Jesús de los evangelios: no se puede servir a dos señores, es decir, no se puede servir a Dios y a los intereses del dinero trasnacional. No es que el dinero sea demoniaco y la actividad de ganar lo y capitalizarlo una muestra de Lucifer, sino más bien se trata que no se puede colocar al dinero y el afán de lucro en lugar de Dios, no se le puede endiosar. Endiosar al dinero significa absolutizarlo y utilizar a todas las cosas, inclusive a las personas y a las relaciones humanas como instrumentos para capitalizar. El neoliberalismo imperante que Mariátegui está defendiendo lo que hace es convertir a la sociedad en una sociedad de empresas antes que de personas e imponer los imperativos de productividad y de capital humano, con lo que se coloca al dinero y la ganancia como meta principal de las personas, de la sociedad y del Estado. Eso significa colocar al dinero en lugar de Dios, lo que constituye – desde la tradición bíblica más antigua- un acto de idolatría. Ya desde el libro del Éxodo se señala Dios exige al ser humano hacer imágenes de lo sagrado para adorarlas y Moisés reprende con severidad al Pueblo de Israel por haber construido un becerro de oro y adorarlo como si fuese Dios. Esos actos de idolatrías son condenados en la Biblia desde un inicio, debido a que la única imagen de Dios que tenemos es al ser humano, hecho a su imagen y semejanza. En ese sentido, servir a Dios no es otra cosa que colocar primero al ser humano y a las relaciones humanas, haciendo valer la caridad y la justicia. Servir al dinero, en cambio, significa colocar por encima de todo el afán de lucro, incluso hasta degradar las relaciones humanas y las condiciones de vida de las personas.

Como buen representante de la extrema derecha peruana, Mariátegui ha desarrollado un macartismo pronunciado y ve el fantasma del comunismo en todas partes, hasta en el Papa. Sólo le ha faltado tildar al Sumo Pontífice de “terruco”, ahora que se ha puesto de moda en la extrema derecha peruana terruquear a quienes no comulgan con su credo, tal como Gabriela Wiener ha señalado acertadamente.

Una cosa adicional. La creencia de Mariátegui según la cual todos tenemos una ideología es extraña. Lo que caracteriza a una ideología es ser un sistema de creencia fuertemente cerrado que hace a quienes lo compartes impermeables al diálogo y a la crítica. Una cosa es tener una ideología y otra es tener un pensamiento. Las personas ideologizadas consideran que las diferencias con los otros sólo se pueden resolver por medio de la violencia o de la imposición económica, en cambio, quienes tienen pensamiento entienden que las diferencias entre las personas se pueden resolver por medio del diálogo y el intercambio de ideas. Hasta donde yo sé, el papa Francisco no defiende ninguna ideología y Dios no es ni de izquierda ni de derecha. El Papa tiene un pensamiento nutrido por el evangelio que lo conduce a ponerse del lado de los más vulnerables y excluidos de la sociedad mundial actual.

El periodista de extrema derecha utiliza el termino “ideología” en su sentido más coloquial y poco instruido. Pero si vamos a una de sus fuentes originales, dicho término alude a un discurso que sirve para mantener una maquinaria económica en funcionamiento y fuera de todo cuestionamiento. Por eso, la tradición que va de Marx a Gramsci ha señalado correctamente que la ideología procura generar un discurso hegemónico para que el sistema económico se siga reproduciendo. Es lo que sucede con el neoliberalismo imperante, incluso después de los momentos de crisis, como la del 2007. De hecho, a partir de la crisis generada por el mismo modelo neoliberal, lo que se hizo no es cuestionar el modelo sino señalar que se necesitaba darle una vuelta de tuerca a las políticas neoliberales. El resultado de ese movimiento fie la implementación de las políticas de austeridad en Europa liderada por Angela Merkel, quien señaló en reiteradas oportunidades que no había alternativas frente a dichas política de ajuste neoliberal . De esta manera, el discurso neoliberal de Mariátegui resulta ser efectivamente una ideología, y como él parece creer que la única forma de tener un discurso es por medio de una ideología, considera, falsamente, que todos -e incluso el Papa – deben tener una.

2.2.- La reacción ultramontana

El primero de febrero, el abogado conservador Martín Santivañez publicó en el portal conservador El Montonero un texto con ocasión de la visita del Papa . Si texto comienza con una anécdota durante la misa de Francisco en Las Palmas: su hija Rafaela le pide que la cargue sobre sus hombros porque quería “contemplar al Perú”. La imagen, según la cual el Perú se encontraría congregado en aquella misa le sirve de pie para reeditar las rancias ideas conservadores del siglo XX. Se trata de las ideas de que el Perú es un país homogéneo y articulado alrededor de la religión católica. De esta manera señala que “el catolicismo está en la médula de nuestro pueblo” y que “el catolicismo forma parte de la esencia nacional” o que “el Perú no se entienden sin el catolicismo” son expresiones típicamente conservadoras. Y, como el Perú sería eso, entonces lo más lógico es que este país se entienda como un país confesional.

Es por eso que la segunda parte del texto del abogado conservador se dedique por entero a cuestionar a los esfuerzos por consolidar el Estado laico y la secularización en este país. Para él, dichos esfuerzos representarían una confabulación llevada a cabo por los defensores del marxismo del siglo XXI de la mano con los abanderados de la posmodernidad relativista que buscan poner en tela de juicio la supuesta “Verdad absoluta” que representa el catolicismo para, finalmente expulsarla de nuestra sociedad. De esta manera, estos supuestos adversarios del catolicismo (y defensores del Estado Laico) buscarían imponer una forma de Estado totalitario donde la creencia religiosa no tendría lugar. Pero el abogado conservador parece convencido que el Perú es una “potencia católica” y el “pivote” del catolicismo en la región y se resistirá a la supuesta intentona totalitaria.

En primer lugar, hay que señalar que estas ideas son las de los conservadores peruanos de la primera mitad del siglo XX, especialmente las de Víctor Andrés Belaúnde, para quien el Perú era un país mestizo (una síntesis viviente) y cuya esencia es el catolicismo. Lamentablemente, para Santivañez, las ideas que sostiene han sido ampliamente cuestionadas desde hace muchas décadas. El Perú es un país multicultural donde se practican muchas religiones. Está muy lejos de ser aquel país homogéneo con el que sueña. Y, si bien, el catolicismo es una religión mayoritaria, en los últimos años otras religiones han crecido y han modificado los porcentajes entre católicos, cristianos y no creyentes de manera significativa. Ciertamente, se puede alegar que el catolicismo ha sido importante en la constitución del Perú, pero eso no niega ni la pluralidad cultural y religiosa de este país ni el hecho de que el catolicismo ingresó entre nosotros de manera violenta, con sangre, fuego y extirpación de idolatrías.

De otro lado, aquello tan temido por el escritor de El Montonero, el Estado Laico, no representa ni la expulsión de la religión del mundo social ni ninguna forma de totalitarismo a la soviética, sino simplemente la separación entre Estado y religión. Dicha separación es importante para que creyentes (de cualquier religión) y no creyentes tengan garantizados sus derechos y sean puestos en pie de igualdad ante la ley.

Lo que queda claro es que al escritor conservador no le importa en absoluto ni las ideas ni las acciones del papa Francisco. En su texto no hay una línea dedicada a ello, de modo que pudo haber sido dedicado a la venida de Juan Pablo II, sin tener en cuenta que ambos papas se han preocupado por enfatizar diferentes aspectos de la doctrina católica. Es más, Santivañez, por su manera de pensar, se encontraría más cerca de los grupos que desde dentro de la Iglesia Católica estarían cuestionando el accionar de Francisco. Grupos como “Este Papa no nos gusta” o “Radio Cristiandad” y otros afines comulgan más con el pensamiento ultramontano del abogado que con el de Francisco. Lo que ha hecho es simplemente aprovechar la situación para reeditar una rancia diatriba ultramontana.

2.3.- La reacción gatopardina o postcaviar (la disolución de la esperanza)

El domingo 21 de enero apareció en la página central de El Comercio el artículo de Raúl Zegarra, titulado Un Papa entre dos fuegos . La tesis central del filósofo y teólogo es que Francisco se encontraría exigido tanto por el sector conservador dentro de la Iglesia Católica como por el progresista, de modo que no convencería ninguno de ellos y terminaría por recibe las críticas desde ambos frentes. Pero el argumento de Zegarra es más complejo que eso.

Su texto cuenta claramente con dos partes importantes. En la primera defiende la validez de la experiencia religiosa popular, haciendo una fenomenología de ésta; mientras que la segunda se dedica a analizar las ideas y las acciones de Francisco, para mostrar como éste no satisfacería por completo ni al sector conservador ni al sector progresista de la Iglesia.

Frente a las críticas que vendrían de las élites intelectuales, o de Marx y Freud, sería necesario reconocer el valor de la experiencia religiosa popular que se expresa en momentos como los encuentros del Papa en Puerto Maldonado o en Las Palmas. De esta manera señala que “una fenomenología del entusiasmo religioso ayuda a entender muchas cosas sobre el papado”. Dicha fenomenología permitiría comprender que “para la inmensa mayoría la visita del Papa trae a nuestra cotidianidad algo extraordinario”. Y continúa diciendo que esto es similar a lo que “le sucede al entusiasta cuando va a ver a la selección y sube las escaleras del estado José Diaz mientras decenas de miles cantan el himno nacional”. Y para cerrar, con broche de oro, Zegarra recurre al concepto “efervescencia colectiva” acuñado por el intelectual conservador Émile Durkheim.

La fenomenología de la experiencia religiosa que Zegarra presenta para justificar la efervescencia religiosa ante la crítica recurre a un populismo rampante de viejo cuño. El argumento que se esconde aquí no es otro que “si mucha gente lo encuentra bien, entonces debe ser porque es correcto”. Sin embargo, ese argumento se deshace cuando pensamos que durante muchos siglos la humanidad en occidente como en oriente pensaba que la esclavitud estaba bien y, sin embargo, eso no la hace correcta. Entiendo que el autor busque responder al elitismo que desprecia a la religiosidad popular, pero no hay que olvidar que muchas de las personas que viven esa “efervescencia colectiva” votaron por opciones políticas populistas, pertenecen a la legión de movimientos de la extrema derecha católica y que forman parte del denominado proletariado reaccionario.

La fenomenología de Zegarra termina por justificar un status quo extremadamente conservador, donde la multitud tomas las calles contra la inclusión del enfoque de género en la currícula escolar y vocifera pidiendo dictadura, que el Perú se retire de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que podamos imponer la pena de muerte para los violadores. Se trata de la misma multitud que avala el indulto a Alberto Fujimori porque considera que fue el mejor presidente que hemos tenido. Lo que el filósofo está haciendo es recurrir a la misma estrategia de Santivañez. Así como el abogado consideraba que en su hija pequeña se escondía una sabiduría muy profunda, Zegarra considera que en la multitud reaccionaria se encuentra esa misma sabiduría . Todo esto se parece a esa nefasta frase de Vallejo “toda sabiduría viene del pueblo y regresa al pueblo”. La pregunta es la siguiente: si ese pueblo ha sido adoctrinado por pastores extremadamente conservadores, si la educación religiosa que recibió en las escuelas era la del Dios castigador y la del Dios neoliberal de Aldo Mariátegui, entonces ¿no amerita una crítica? Para Zegarra, definitivamente no. El filósofo, más bien, parece ser adicto al populismo. De hecho, días antes de la aparición de la aparición de su artículo publicó un post en su muro de Facebook, donde con un tono coloquial y popular dijo algo así como “amigos” o “amiguitos”, “voy a publicar un artículo el domingo para El Comercio sobre la visita del Papa ¿qué aspectos prefieren que toque?”. Parecía ver a una estrella de rock que pregunta a sus fans qué canción quieren escuchar.

Una de las razones por la que el filósofo tiene esa actitud populista viene de su lectura del pragmatismo de William James. De hecho, muchas de sus ideas sobre la exteriencia religiosa provienen del texto del filósofo norteamericano titulado Las variedades de la experiencia religiosa. La obra de James es un gran y elogioso libro y el pragmatismo es una corriente filosófica respetable e importante. Pero en el pragmatismo hay dos ideas que deben de ir juntas para que se trate de una posición progesista, como lo querían James, Dewey , Rorty y Bernstein, entre muchos otros: a) las creecias son instrumentos que utilizamos para adaptarnos al medio en el que nos encontramos (es decir, a la experiencia), pero b) las creencias son también herramientas que utilizamos para modificar el medio natural y social a fin de que conduzcamos a la sociedad en dirección a la justicia política y social. Zegarra parece haberse comprometido con la primera afirmación y haber dejado de lado la segunda. ¿Se deberá acaso a que la segunda afirmación conecta al pragmatismo con el progresismo, y Zegarra no quiere ser confundido con un progresista o, en palabras de Mariátegui, con un “caviar”?

Tal vez es la misma razón por la cual no quiere que el Papa sea confundido con un progresista. Por eso cuando analiza las posiciones de Francisco recurre a la sociología de las instituciones pero sin conciencia histórica. De modo que señala que ni los conservadores ni los progresistas están contentos con el Papa porque está haciendo cambios, pero no los que los progresistas esperarían. De esta manera el Papa no está apoyando el sacerdocio de las mujeres, pero sí la promoción de los diáconos y cosas por el estilo. Incluso, cuando el filósofo respondió a las críticas de Pedro Salinas sobre el caso sodalicio, en su artículo llamado Amicus Petrus , su posición era extremadamente conservadora. Allí Zegarra señaló que “hay que recordar que toda institución religiosa se guía por, al menos, dos estándares. Por un lado, aquellos que la institución misma define; por el otro, aquellos propios de la comunidad política de la que es parte. La negociación entre ambos es compleja y el debate no se encuentra cerrado en absoluto”. Y más adelante señala que “de ahí que la reforma de instituciones tan grandes y antiguas como la Iglesia Católica requiera lo que los académicos llaman crítica inmanente: usar los propios recursos de la tradición en cuestión para transformarla”.

Lo que parece insinuar el autor es que los tiempos de la Iglesia son diferentes de los del mundo, que una cosa es la “Ciudad de Dios”, sus ritmos, sus tiempos y su justicia, y otra la “Ciudad Terrenal”, con otros tiempos, y con otra justicia. Pero lo que parece olvidar el filósofo es que la Iglesia se encuentra inserta en las sociedades y en la historia, y es en ese contexto en el que hace el bien y hace el mal, como es el tema de los abusos sexuales. Esos daños son propinados a personas que forman parte de la sociedad y se trata de delitos frente a los que la Iglesia debe tomar acciones entregando a los perpetradores en manos de la justicia. La idea zegarreana de que la Iglesia es un mundo aparte, como una “cultura separada” al resto de la sociedad y que cuenta con “una enorme carga de la tradición” y por eso “la crítica sólo puede ser inmanente” y no venir de la sociedad en la que ella se inserta es sumamente extraña. Dicha idea se parece mucho a la que defienden mucho de los defensores de las dictaduras violadoras de derechos humanos. Ellos afirman que “se trata de culturas diferentes que hay que respetar” y que “los derechos humanos no tienen que ver con ello”. Se trata de los argumentos que esgrimió Fernando de Trazegnies en 1998, cuanto durante la celebración de los cincuenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos” defendió a la dictadura de Alberto Fujimori.

Pero un problema adicional del texto de Zegarra es fa completa falta de conciencia histórica. Al comienzo del mismo se señala que “El papado es una institución llena de complejidad. No en vano Eamon Duffy titula su fascinante historia de los papas ‘Santos y pecadores’. Allí, Duffy nos recuerda con sobriedad una sencilla verdad: que el papado es una institución humana marcada, como todas las demás, por pugnas de poder, vanidades y miserias. Y, sin embargo, el papado es también una institución sagrada o, al menos, aspira a serlo. La ambigüedad, pues, marca su historia y su destino, desgarrando el pontificado entre la ‘civitas terrena’ (“ciudad terrena”) y la ‘civitas Dei’ (“ciudad de Dios”), como diría San Agustín.” Sin embargo, ello no mueve al filósofo a contextualizar el pontificado de Francisco en el derrotero que viene de Vaticano II y de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas. La Iglesia y el papado que se presenta parece ser como el espíritu que vuela sobre las aguas, pero que no tiene nada que ver con la historia, y menos con la historia del siglo XX.

Si Zegarra tuviese en cuenta esta historia, se daría cuenta que la actividad del papa Francisco se encuentra animada por el Concilio y las Conferencias Episcopales y que está volviendo a echar a andar las promesas que de ellos se desprenden. Pero también se percataría que el Papa y quienes lo apoyan tienen que hacer frente a poderes adversos, vinculados al lobbie gay y el lobbie vinculado a la corrupción financiera que se encuentran en el mismo Vaticano y que se empoderaron durante en pontificado de Juan Pablo II y frente a los cuales a Benedicto XVI no le quedó más que renunciar. La idea de que la Iglesia tiene sus propios tiempos, completamente diferentes a los tiempos terrenales le sirve a Zegarra para intentar tapar el sol con un dedo. Dicha idea no tiene ni siquiera sustento teológico. Especialmente, a partir de los aportes de la teología de Gustavo Gutiérrez ha resultado suficientemente claro que lo más humano es lo más divino y que no existen dos historias (la sagrada y la profana) sino una sola, aquella en la que se conectan las miserias humanas y el espíritu de Dios en dirección a la salvación. Así que, la idea de que la Iglesia tendría sus propios tiempos resulta ser un verdadero despropósito.

En el texto de Zegarra no podemos ver más que el gatopardismo en acción, o también denominado postcaviarismo . De acuerdo con Zegarra, Francisco no es ni suficientemente conservador, ni suficientemente progresista. Se trataría de un Papa conveniente para llevar adelante una estrategia gatopardiana dentro de la Iglesia. Como es sabido, la famosa novela El Gatopardo Lampedusa termina con una frase magistral: ““Es necesario que todo cambie si queremos que todo siga igual”. De acuerdo con Zegarra, esa sería la estrategia de Francisco, y sería la correcta. El conservadurismo presente en el texto de Zegarra es ciertamente sofisticado, pero también es rampante. El intento de satisfacer las demandas de tirios y troyanos, el anhelo de no quedar mal con nadie y el esfuerzo por presentarse como en gran intelectual que ni es caviar ni progresista (porque el compromiso social desfigura al intelectual para convertirlo en activista. No es casual que sea un columnista preferido por cierta prensa que no destaca por su progresismo pero sí por su masividad. Es postcaviarismo que Zegarra está haciendo rodar no es más que una moda intelectual, un tono despectivo frente a quienes nos encontramos comprometidos con la transformación social y no queremos que todo siga igual. Dicho tono no es moda nueva. Ya en épocas de Kant era muy presente. Esa es la razón que llevó a Kant a publicar su opúsculo titulado Sobre un tono aristocrático recientemente ensalzado en la filosofía. Este tono gatopardiano o postcaviar también representan cierta desilusión respecto de la esperanza. Parece que Zegarra olvidó que el título de su libro juvenil fue la Subversión de la esperanza y que lo único que le quedó es la desilusión o la disolución de ésta.

Cabe señalar que la crítica de Marx a los hegelianos de izquierda (especialmente a Max Stirner y a Bruno Bauer) se puede aplicar también a nuestro filósofo. Marx critica a sus contemporáneos en emprender la crítica de la religión, pero no pasar de allí a la crítica de la política y de ésta a la de la economía. Es por eso que en La ideología alemana Marx bautiza a sus contemporáneos como San Max y San Bruno. ¿Qué diría Marx de Zegarra? En vistas de que nuestro filósofo local no hace ni siquiera una crítica de la religión conservadora, sino que simplemente la simula, ¿lo llamaría San Raúl?

3.- Francisco y la voz profética de la Iglesia

Sería injusto decir que estas posiciones agotan la recepción de la visita del Papa. Muchos otros textos y entrevistados por la radio y la televisión han dado cuenta de la importancia profética de la venida de Francisco al Perú, especialmente destacando su discurso en Puerto Maldonado y su defensa del pobre, del excluido y del medioambiente. Sin lugar a dudas Francisco lleva adelante el desarrollo de una voz profética en la Iglesia. Conectado como está, con el Concilio Vaticano II y las Conferencias Episcopales Latinoamericanas, su denuncia frente a las injusticias y la búsqueda de la justicia política (es decir, la defensa de la democracia y de los derechos humanos) y la justicia social (la crítica a la pobreza, la desigualdad, la exclusión y el deterioro medioambiental) hacen de Francisco un Papa como no habíamos tenido hace mucho tiempo.

La visita de Francisco al Perú trajo de vuelta a una Iglesia conectada con la práctica de Jesús, quien con sus palabras y obras denunció las injusticias de la sociedad de su tiempo. La presencia del Papa nos recuerda la experiencia de San Francisco de Asís, quien buscó vivir el evangelio desde la raíz, renunciando al poder político y económico, e incluso enfrentándose a ellos. Las palabras y las acciones de Francisco hacen lo mismo. Se trata de un cuestionamiento del poder político y económico, actividad de un auténtico líder religioso."


Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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