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LA CURRÍCULA ESCOLAR

EL PROBLEMA OLVIDADO EN LA HUELGA MAGISTERIAL

Publicado: 2017-08-28

La huelga de los maestros ha sacado a la luz tres problemas de la educación pública nacional: la baja remuneración de los maestros, la oposición a la meritocracia por parte de algunos maestros y la lucha política interna por controlar el gremio. Pero estos tres elementos, que han saltado a la discusión pública, deja un cuarto problema en la sombra, a saber: la cuestión del contenido de la educación. Respecto de lo último no se discute en absoluto, y sin embargo se trata de una cuestión preocupante.

Dicho tema  ha quedado completamente fuera del debate. Esto se debe a dos razones centrales: la primera es que las reivindicaciones planteadas por los maestros no incluyen dicho tema y la segunda es porque existe un acuerdo tácito entre todos los sectores de la sociedad de que no hay nada que discutir al respecto. Según dicho acuerdo, la educación es una herramienta para que las personas se inserten en el mundo laboral en el contexto de un mercado que ha sido articulado por las reformas neoliberales. Así, la educación se orienta a formar engranajes del mercado, pero no personas ni ciudadanos. Indicadores de ello es la reducción de las artes y las humanidades en la currícula escolar, como la expulsión del curso de filosofía. El acuerdo incluye la idea de que, puesto que la educación es una herramienta para el mercado, si alguien puede conseguir dicho fin por otros medios, la educación queda sobrando. Es por eso que la sociedad encomia los logros de aquellas personas que salieron adelante sin haber terminado la educación.  

La cuestión de la educación tiene que ver con la pregunta política fundamental, a saber, ¿quiénes somos y quiénes queremos ser? La respuesta a esa pregunta supone un debate entre todos los sectores de la sociedad. Pero eso supone que las personas gozan de las libertades políticas necesarias para participar de éste. Pero aquí no se trata de plantearse la idea de que primero debemos preparar las condiciones para que las personas sean libres y después les damos las libertades y hacemos valer su dignidad. Más bien, esa resulta ser la escusa para todos los regímenes autoritarios. Las libertades y la dignidad de las personas no pueden ser pensadas como la meta de un proceso político, sino como el punto de partida del mismo. Es decir, debemos considerar y tratar a las personas como libres y dignas desde el inicio, y no plantearnos la tardea de capacitarlas para lograr esas metas. En ese sentido, el fin central de la educación debería ser el formar personas para la libertad. Pero aquí no se trata sólo de la libertad económica, sino de la libertad para pensar por sí mismos y ser autónomos. De esta manera, la educación debe formar personar que rechacen las relaciones autoritarias, tanto en el hogar y en el ámbito de la sociedad como en las relaciones políticas. En este sentido, la educación debe tratar a las personas como libres e iguales en dignidad, para que puedan ser ciudadanos de una república democrático y no acepten tratos autoritarios y discriminatorios.

De esta manera, el debate sobre el contenido de la educación tiene que ver con cuestiones como el de la inclusión del enfoque de género en la currícula escolar, el lugar que deben tener las artes y las humanidades y la cuestión de la educación en religión católica. Pero, el debate sobre esos temas ha sido sacado de la agenda pública por el poder de grupos radicales que tienen influencia política. Un ejemplo claro de ello es la campaña denominada “con mis hijos no te metas” contra la incorporación del enfoque de género, en la que se aliaron la extrema derecha cristiana, la extrema derecha católica y la extrema derecha política liderada por el fujimorismo. De otro lado, aquello que ha presionado sobre el debate en torno al contenido de la educación ha sido la idea de acreditación de las escuelas y las universidades. Muchas de las exigencias acreditadoras hacen un énfasis en la homogenización de las currículas y en la finalidad práctica de la educación. Dichas exigencias acreditadoras provienen del entorno mundial contemporáneo, pero junto con las agendas políticas de los grupos radicales nacionales y locales terminan por colocar a la educación para la democracia entre las cuerdas.


Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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