SEMANA SANTA Y CRISTIANISMO
¿CELEBRAR LA DOMINACIÓN O LA EMANCIPACIÓN?
El domingo 9 hemos iniciado la Semana Santa. Junto con la Navidad, se trata de una de las celebraciones más importantes de la fe cristiana. En ella sostenemos que Cristo resucitó y que nos acompaña en nuestro camino a través de los acontecimientos de la historia y de nuestra vida presente.
En cristianismo, como toda religión, guarda en su interior ideas fundamentales para hacer que las relaciones entre las personas sea más humana. Pero, como lo ha recordado recientemente Miguel Giusti, algunos sectores de dichas religiones (y también del cristianismo) se las han arreglado para torcer esa orientación hacia la humanidad y convertir su fe en causa de dominación de unos sobre otros.
En nuestro país lamentablemente muchos grupos cristianos ha convertido la fe en una forma de opresión sobre las conciencias. La exigencia de reflexionar durante la semana santa es entendida por estos grupos como la de examinar nuestra conducta a la luz de valores que representan la opresión: por ejemplo, consideran como un valor rechazar lo que denominan "ideología de género" o la sumisión de la mujer. Incluso, consideran un valor el rechazo a la lectura y al razonamiento. Si leer produce mal de Alzheimer, el razonar va en contra de las leyes de Dios, así afirman.
Resulta sumamente triste ver de qué manera el cristianismo (tanto católico como conservador) se ha convertido, en muchos de sus representantes, en una religión completamente conservadora y deshumanizante, que predica más el odio que la caridad y el amor de Dios.Resulta también penoso constatar de qué manera el Perú se ha convertido en un reducto del conservadurismo más recalcitrante de la región. Otros países se asombran de lo brutal que es el conservadurismo entre nosotros. Y, lamentablemente, algunos líderes cristianos han colaborado para que así sea, colaborando codo a codo con algunos movimientos políticos, como el fujimorismo.
Tal vez esta Semana Santa pueda servir para que reflexionemos sobre los rezagos deshumanizantes que tiene nuestra propia forma de vivir el cristianismo y reactualizar nuestro compromiso con un país tan golpeado por los huaycos durante este verano. Ciertamente, nadie puede obligar al otro a reflexionar sobre sus valores y sus prácticas, pero sí podemos comprometernos nosotros mismos con el mejoramiento de nuestras creencias y nuestra forma de vivir nuestra fe, de modo que nuestro cristianismo exprese el hecho de que no hay nada más sagrado que las cosas humanas.