El triunfo de Donald Trump sorprende y no sorprende. se trata de la expresión de un populismo de derecha que ganó viada a partir de la situación económica norteamericana. Las promesas de Trump están todas dirigidas a mejorar la condición del estadounidense de clase media, que ha estado empobreciéndose  en los últimos 10 años. Pero, hay un elemento adicional a tomar en consideración: Trump no sólo era el adversario de los demócratas, sino también de los republicanos. La cúpula republicana no lo ve con buenos ojos. 

Lo que logró capitalizar Donald Trump no es sólo en descontento popular frente a la crisis económica y frente a la administración Obama (y a la continuidad que representaba Clinton), sino también pudo sacar provecho de la separación entre la cúpula del Partido Republicano y su base social. Es por eso que decidió enfrentarse a los mismos líderes del Partido Republicano. Al parecer, su actitud fue demencial, pero en el fondo corresponde a una estrategia que resultó exitosa. 

Durante los debates con Clinton, Trump sabía que no debía convencer a nadie, porque ya lo había hecho previamente a su núcleo duro de votantes. Porque, en realidad lo que estaba en juego no es el debate entre un partido y otro, sino un debate que el siglo XX vio previamente a la Segunda Guerra Mundial: el debate entre el populismo nazi y el neoliberalismo. Pero, a diferencia de entonces, en que el debate se mantuvo a nivel teórico y no se traslado a la arena política, ahora se ha dado en plena arena política en la "era de la revolución neoliberal.

Los neoliberales de la primera hora (los años 30) veían como una gran amenaza el avance del populismo en Alemania e Italia. La rezón de ese temor es porque el polpulismo podía hacer añicos la política económica. Ahora, la confrontación entre el neoliberalismo y el populismo tiene un nuevo contexto. El sentido común de las personas y los políticos está articulado por las reformas neoliberales. Así, términos como productividad, competencia, emprededurismo y otras se han vuelto moneda corriente. 

El nuevo populismo no tiene pretensiones de modificar el mercado organizado a la manera neoliberal. Pero, para los neoliberales, eso no es tan claro. Ellos ven en el populismo una amenaza potencial. Chávez en Venezuela es una muestra de ello. Pero también el populismo podría plegarse a las normas económicas imperantes, como el caso de Alberto Fujimori en el Perú. Lo que sí puede hace en nuevo populismo es socavar las bases del sistema de partidos, movilizar a la población en una dirección u otra, exacerbar la xenofobia y la marginación de los extranjeros. Lo que puede hacer es amenazar la tranquilidad social que el mercado necesita para mantenerse en buen funcionamiento.

Lo que ha estado en juego, entonces, en estas elecciones en EE.UU. es la pugna entre el neoliberalismo (representado por la cíupula Republicana y el Partido Demócrata) y el neopopulismo liderado por Tramp y representado por el sector más radical del Partido Republicano. Pero el neopopulismo tuvo la ventaja de tener a la un gran contingente de su parte, debido a la crisis económica y a la desconección entre la cúpula del Partido Republicano y las bases sociales.  Esta confrontación promete repetirse el 2017 en Europa, pero allí los pardidos como el Frente Nacional y   Alternativa Para Alemania están en una relación fluida con sus bases, y la expresión del neopopulismo puede tener un caracter diferente y más radicalizado.