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MACARTHISMO EN PIE DE GUERRA

SOBRE LA SATANIZACIÓN DE LA IZQUIERDA EN EL PERÚ

Publicado: 2016-04-17

Entre 1950 y 1957  el senador J. R. McCarthy desarrolló una férrea campaña de persecución a las personas sospechosas de ser comunistas en EE.UU. Dicha campaña consistía en una serie de actividades como declaraciones, acusaciones infundadas, denuncias, elaboración de listas negras contra personas que tuviesen ideas socialdemócratas o de izquierda. A raíz de esa persecusión liderada por McCarthy y seguida por varios políticos estadounidenses la socialdemocracia quedó muy disminuida, hasta tal punto que políticos como Bernie Sanders (que es un socialdemócrata) son muy raros ese país. De hecho, ni el Partido Demócrata y menos el Republicano se han identificado con la agenda socialdemócrata, agenda que sigue siendo normal en países europeos, especialmente escandinavos. La última muestra de macarthismo en EEUU se muestra al sindicar a Sanders como el Donald Trump demócrata, cuando Tramp es un radical que es capaz de pactar con el Tea Party y con Ku Klus Klan, mientras que el candidato demócrata presenta políticas de izquierda moderadas y liberales. 

Pero el Macarthismo tuvo y tiene su sombra, su residuo positivo (a pesar de todo lo nefasto que fue y sigue siendo) en el area de las artes y las humanidades. De hecho, la persecución a los supuestos comunistas hizo que artistas y especialmente dramaturgos, denunciaran esta política persecutoria y creasen un arte contestarario sumamente productivo. Tal vez sea Arthur Miller el exponente más claro de esa fructífera manifestación artística que reaccionó contra el macarthismo. El su obra de 1953, titulada Las brujas de Salem se relata la historia de la persecusión de las mujeres que habías hecho un supuesto pacto con el demonio y que estaban contaminando a la sociedad de la comunidad de Salem. Rápidamente, la acusación de bruja o de tener vínculos con ellas se convierte, en el centro del drama, en un motivo de persecución, interrogación, de lista negra y hasta de muerte. Bastaba incluso que alguna de las acusadas de ser brujas señalaran a una persona, para que ésta última fuese perseguida. Las supuestas brujas aprovechan rápidamente de las circunstancias y utilizan el poder que descubren para hacer pactos con el poder político y ayudar a exterminar a todos los opositores. En esa paranoia, la comunidad de Salem termina cayéndose a pedazos. 

Miller representa en escena algo que los estadounidenses no querían ver. Se trata de la destrucción de la democracia norteamericana en nombre de la pureza política. Así como Hitler destruyó a la Alemania de los años 30 y 40 en nombre de la pureza racial, la derecha norteamericana ha ido socabando las bases de la democracia en nombre de la pureza política. No es casual que años antes que Miller, Charles Chaplin escribiese y dirigiese la estraodinaria pieza cinematográfica titulada El gran dictador, no para referirse a Hitler, sino a la recalcitrante derecha americana, alérgica a todo lo que le oliese a comunismo. Como es sabido, el mismo Chaplin fue acusado de comunismo y tuvo que pasar sus últimos días en Suiza, para vergüenza de la potencia del norte del continente americano. 

El macartihismo no es ajeno a nuestro mundo político nacional. El resurgimiento de la izquierda representada por el Frente Amplio y liderada por Verónika Mendoza ha puesto a la derecha rancia nacional con los pelos de punta. Cuando pienso en el macarthismo peruano, me es inevitable pensar en Aldo Mariátegui, una persona que sin grandes dotes logró ser posicionado como "líder de opinión" por la derecha criolla. El fujimorismo es macarthismo puro y duro. El sindicar a todos sus opositores como terroristas no hace más que volver a poner en escena la obra de Miller, con resultados entre patéticos y peligrosos. Se trata de la expresión de una sociedad cuya neurosis se expresa con espuma en la boca y con el grito: izquierdista igual a terrorista. La mayoría parlamentaria que asumirá sus posiciones de combate a partir del 28 de julio está impregnada de macarthsmo en su cabeza. Están dispuestos a todos con tal de asociar a las izquierda con el terrorismo, y a asociar a toda oposición con la izquierda. Será la paranoia en acción. 

Para concluir este post, quiero contar una anécdota que me pareció reveladora. El día de las elecciones tomé un taxi, después de hacer una compras. Se trataba de una persona que conocía y no veía después de tiempo. Como es natural en ese día, me preguntó por quién había votado y cuando le dije que por Mendoza, intentó hacerme sentir mal, como si fuese un irresponsable y un menor de edad. Me sentí, por unos segundos como las personas del sur andino a quienes de les acusa de tener poco oxigenado el cerebro debido a que votaron por la izquierda. Como es imposible discutir de ideas políticas con una persona que es presa de una paranoia colectiva, opté por mantener un respetuoso silencio ante su persona y ante la mía. Pero terminé preguntándome lo siguiente ¿hasta que grado puede penetrar la paranoia política a una sociedad y qué daño puede causarle? Lo que me queda claro es que las pruebas de que el fujimorismo sigue siendo el mismo y que va a ser un mal profundo en nuestro país son claras y palpables. Y que el antiizquierdismo es un mal para la democracia, que requiere tanto de un pluralismo político bien afianzadao. 



Escrito por

Alessandro Caviglia Marconi

Filósofo. Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.


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