A UN AÑO DE CHARLIE HEBDO
LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DEMOCRACIA
En estos días se conmemora un año del atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo, en el cual fueron asesinados muchos de los miembros de la revista a manos de islamistas radicalizados. Ese suceso conmovió la conciencia europea y mundial, de modo que muchas personas y líderes políticos asumieron el lema Je suis Charlie (yo soy Charlie). Pero inmediatamente surgió una contrarreacción que bajo el eslogan Yo no soy Charlie, que mostraba sus protestas contra la revista, y que trataban de explicar o justificar los asesinatos en nombre del radicalismo religioso.
Tres argumentos, entonces, se construyeron para justificar estos atentados o para apoyarlos. El primero es el que señala que no existe el derecho a la blasfemia, el segundo señala que la libertad de expresión tiene claros límites (y que la revista los había traspasado), y el tercero señala que Europa debía de reivindicar sus raíces cristianas.
El argumento de la blasfemia carece completamente de sentido, puesto que para que se la pueda proferir es necesario que se abrace la creencia religiosa en cuestión. Es decir, si soy cristiano no puedo blasfemar contra el Islam, pues para poder hacerlo debería ser musulmán. En este caso, sólo podría blasfemar contra contra el cristianismo, pero no contra el Islam. Lo único que puedo hacer es propinar una ofensa contra la religión del otro.
El segundo argumento señala que la libertad de expresión tiene sus límites. Si bien es cierto, ningún derecho es absoluto, el derecho a la libertad de expresión, junto con la laicidad del Estado, es el fundamento de la democracia. La libertad de expresión es la sangre que corre por las venas de la democracia. Si alguien atenta de manera grave los derechos de otro al hacer uso de su libertad de expresión, para ello están los tribunales. Además, hay que contextualizar las cosas. Una cosa es la libertad de expresión de una persona x, otra la de un periodista y otra aún más particular es la de una revista satírica.
Si los periodistas van a contar su libertad de expresión porque a un grupo religiosa no le agrada sus expresiones, ¿hasta dónde podríamos llegar? ¿Acaso los políticos se darán por ofendidos y tendrán derecho para limitar el derecho de expresión?. Si algún periodista dijese que, por ejemplo, "Alberto Fujimori es un delincuente y por eso está tras las rejas", o utiliza las expresiones que usó el presidente Humala, ¿los fujimoristas están autorizados a limitar la libertad de dicho periodista? Como puede verse, eso no es más que un disparate.
Y cuando hablamos de una revista satírica, cuestionar la libertad de expresión es no entender lo que es la sátira. Ella funciona de la misma manera que las caricaturas. En una sociedad donde la sátira es parte de la cultura (como en Francia, desde las canciones de George Brassens hasta Charlie Hebdo), se necesita tener tolerancia son la sátira. Además, la sátira cumple un papel importante en las culturas reflexivas, pues representar la posibilidad de la cultura de reírse de sí misma y te mirarse con ironía.
El tercer argumento, es la otra cara de la moneda de los dos primeros. Se trata de homogeneizar la cultura europea en nombre del cristianismo. Ello recuerda la pobreza que sufrió la España de Isabel la Católica, quien expulsó a los moros y a los judíos y empobreció profundamente la cultura española. De trata de la otra cara de la moneda de los dos argumentos, pues tienen el mismo objetivo: eliminar la libertad de expresión y destruir la democracia y el pluralismo que la caracteriza.
En el Perú, mucho políticos, periodistas y blogueros (como quienes escriben en El Montonero, en La Abeja y en Altavoz), lo que persiguen es eliminar la libertad de expresión y el pluralismo que caracteriza la democracia. En nuestro país está presente y vibrante el espíritu reactivo que apareció en Francia después los atentados a la revista satírica. Llevan una insignia en el espíritu con la inscripción "yo no soy demócrata". Y su reacción más fuerte es el "anti focalizado", es decir el anti izquierda. Es por ello que se dedican a estigmatizar a la izquierda y a atacar a la Pontificia Universidad Católica del Perú, porque creen que ella es la cuna de la izquierda en el Perú.
Que se sepa, estigmatizar un sector del espectro político (como la izquierda) y cultivar ese anti furibundo no es democrático. La democracia necesita de la diversidad de partidos y del pluralismo en ideas políticas. En cambio defender e intentar restaurar un régimen abiertamente autoritario la daña profundamente. Por eso, el único anti compatible con la democracia es el que representa la oposición a la dictadura.