POR QUÉ SOY CATÓLICO
Muchas veces me han preguntado si soy creyente y cuál es mi religión. Especialmente en mis clases en la universidad, en las cuáles siempre he defendido la autonomía de la filosofía frente a la religión. En ese contexto nunca ha faltado quien me preguntase si soy creyente, ya que además los filósofos tenemos fama de ser no creyentes. También, haciendo gala de cierta ironía, he dicho a mis estudiantes que mi jefe cree que soy creyente. En ese momento dejo abierta la posibilidad de que mi jefe tenga una creencia verdadera.
Hace poco, conversando con un amigo, que también es filósofo y creyente, me contaba que para él era cada vez más difícil reconocerse católico por la presencia del extremo conservadurismo imperante en la Iglesia Católica. Y cuando me preguntó si yo lo vivía de la misma manera, le contesté que, por el contrario, yo reafirmaba mi catolicismo por dos razones fundamentales. En primer lugar, nunca había perdido la fe con la que crecí, aunque he tenido momentos de duda muy importantes, que han ido cincelándola. La reflexión, la vivencia y el escepticismo han ido purificando mi creencia. La segunda razón por la cual sigo afirmándome como creyente es para mostrar que el catolicismo no se debe identificar exclusivamente con la imagen intolerancia y de fe obtusa que se proyecta desde ciertas jerarquías y desde la élites dominantes en un país tan conservador como el nuestro.
Por esta segunda razón defiendo el pluralismo en la comunidad católica y en la sociedad. Por ello enarbolo la bandera de que los creyentes y las comunidades de creencia católica puedan abrazar su fe de acuerdo con sus propias experiencias de vida, su propia biografía y la historia, llena de debates, de sus propias sociedades. Y es que considero que la creencia religiosa no se da en el aire, sino se da en la vida de las personas, y ésta se encuentra inserta en una sociedad que tiene una historia de debates y cuestionamientos. No pensar de esta manera la fe, es asumirla como algo abstracto y carente se significado. Amín Maalouf me enseñó que no es cierto que una religión hace a una sociedad lo que es, sino que la sociedad es la que piensa y repiensa su religión de tal manera que hace de ella lo que es. De manera que el catolicismo en Perú, en Polonia, en Alemania, en África Central y en Estados Unidos son cosas diferentes (y lo mismo sucede con el judaísmo, el Islam y las demás grandes religiones). Pero también como una sociedad no es un bloque homogéneo, sino que es plural, los creyentes en la sociedad peruana tenemos diferentes formas de pensar. Nunca faltan quienes, en nombre de la "Verdad absoluta" se abrogan en derecho tratar de imponer una forma de vida sobre la biografía y las historias sociales. Frente a esos grupos, mi recomendación es no ceder a sus pretensiones y mirarlos con caridad y compasión, porque se trata, en muchos casos, de personas capturadas por una forma de opresión espiritual que los conduce a identificar a Dios con un gran ojo castigador y no con un Padre amoroso.
Pero, además, por mi creencia religiosa levanto las banderas de la libertad y el pluralismo dentro de la sociedad. Es por esta razón que me comprometo con la laicidad del Estado. Cuando he intervenido en as cuestiones sanmarquinas de laicidad es porque considero que hay que comenzar por alguna parte. Es decir, hay que buscar liberar a la sociedad peruana de un Estado comprometido con las religiones, pues ello constituye un daño frente a la dignidad de las personas. Pero ello lo hago por profundas razones religiosas. El argumento es el siguiente: si Dios nos ama, no nos impone una creencia por medio de la fuerza coactiva del Estado. Además, la historia de de occidente, que pasó por las dos ilustraciones, la secularización y la laicidad es humana y divina al mismo tiempo. Con esa historia, Dios reafirma que nos quiere libres. Y la libertad pasa desde la política hasta la libertad que representa la ausencia de pobreza y enfermedad. Es por ello que la laicidad en San Marcos es tan importante.No se trata sólo de una cuestión interna a la Universidad, sino de una cuestión pública. En ella se juega la libertad pública.
Mi interpretación del catolicismo está profundamente comprometida con la defensa del pluralismo, la igualdad y la libertad. Es por ello que afirmo que soy creyente para mostrar que es posible un catolicismo de ese tipo, y que el pensamiento conservador no tiene el predominio de la fe católica ni la cristiana. Ni Vaticano II, ni Gustavo Gutiérrez, ni Martin Luther King, ni otros, me dejarán mentir.